El supremacismo y la Iglesia catalana
En Cataluña no hay ningún “conflicto” político que necesite una “agenda del reencuentro”. Hay unos supremacistas lingüísticos – los separatistas de ERC, Junts y la CUP – que sojuzgan a los millones de catalanes que no son secesionistas. Han ocupado plazas, ayuntamientos, pabellones deportivos y rotondas durante años con sus lazos amarillos y sus esteladas, para que quede claro que “las calles serán siempre nuestras” y para desterrar a los catalanes no independentistas del espacio público.
Están desterrando el español de la escuela catalana, no solo de la docencia, también lo persiguen en los comedores escolares, los patios y en las actividades extraescolares. No solo en la pública, muchas concertadas dependientes de la Iglesia catalana siguen las consignas secesionistas. Este martes la prensa publicó las directrices que la Generalitat ha dado a los directores de los centros docentes para excluir de todos los ámbitos a la lengua de la mayoría de los catalanes, el español. ERC, Junts y la CUP, con la complicidad activa de los ‘comunes’ de Ada Colau y la pasiva del PSC, están convirtiendo a millones de catalanes, los castellanoparlantes, en ciudadanos de segunda.
Los secesionistas no se cortan en ningún ámbito. Todos los españoles pagamos los medios de comunicación de la Generalitat – TV3 y Catalunya Ràdio – para que sus presentadores y humoristas difundan tanto en antena como en sus redes sociales el “puta España” como saludo entre catalanes. También para que cualquier manifestación social, cultural o deportiva que no se ajuste a la visión de Cataluña que defiende el separatismo sea ignorada, despreciada o minusvalorada. Por supuesto, no hay institución común a todos los españoles – Corona, tribunales, Guardia Civil, Policía Nacional, entre otras – que no haya sido vejada en estos medios públicos.
Y la Iglesia catalana también forma parte de este ambiente dictatorial que oprime a millones de ciudadanos. Ya no es solo que haya diversos templos repartidos por toda Cataluña que lucen símbolos separatistas, o que haya un buen número de párrocos que aprovechan sus homilías o sus escritos en las hojas parroquiales para defender el esencialismo nacionalista. Es que hay sacerdotes que permiten en los funerales auténticos numeritos dignos de las barras bravas de cualquier estadio de fútbol argentino.
En el reciente funeral de la cantante separatista Núria Feliu, una de esas ‘heroínas’ que hizo carrera cantando diez años en catalán en la TVE de Francisco Franco – sí, hablamos del dictador Franco, no de ningún Ciscu Francu que milite en la actualidad en la CUP – se vivió un hecho patético, indigno de una iglesia que dice representar el sentir de todos sus feligreses. El ataúd de la finada estaba cubierto con una estelada, de lo que no hay nada que decir si era su última voluntad. A fin de cuentas, muchos ponen sobre el féretro la bandera del Barça o del grupo de heavy Kiss. El problema es que el funeral fue un aquelarre secesionista, con discursito de la imputada Laura Borràs y que acabó con buena parte de la concurrencia gritando, de manera casi enloquecida, “independencia”.
¿Recuerdan cuándo hace unos meses unos hijos tuvieron que llevarse el ataúd de su madre de una iglesia de la provincia de Barcelona porque el cura se empeñó en no dar la misa del sepelio en español, tal y como era la última voluntad de la finada? Ya ven, si eres separatista puedes montar todo tipo de numeritos políticos y los sacerdotes te dan barra libre. Si pides que te entierren en la lengua mayoritaria de los catalanes, tienes que irte con el féretro a hombros. Esta es la iglesia catalana en la Cataluña de Pere Aragonès y en la España de la “agenda del reencuentro” de Pedro Sánchez. Con un buen número de sacerdotes cómplices del supremacismo independentista.
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