El romance de Vicky Martín Berrocal y la catarsis de Dani Alves

El romance de Vicky Martín Berrocal y la catarsis de Dani Alves

Vicky Martín Berrocal ha disfrutado de momentos especiales durante la Semana Santa, eligiendo San Sebastián como escenario para su romance con el empresario Enrique Solís, notablemente más joven que ella. Su relación, revelada inicialmente por Diez Minutos y confirmada por ¡Hola! en viajes en Roma y celebraciones en Madrid, ha centrado la atención mediática, especialmente en esta época de reflexión y descanso. Este interés en historias de amor durante momentos significativos refleja un deseo colectivo de enfocarnos en temas más positivos y personales, apartándonos temporalmente de los conflictos y tensiones que dominan las noticias de la prensa generalista.

El caso de Dani Alves, quien recientemente salió de prisión bajo fianza tras una condena por agresión sexual, ilustra cómo los asuntos del corazón a veces se entrelazan con eventos más sombríos, capturando igualmente la atención pública. La especulación en torno a su relación con Joana Sanz ha sido constante, destacando cómo las figuras públicas navegan sus vidas personales bajo el escrutinio mediático. A pesar de las inconsistencias y controversias en sus declaraciones y en el caso en general, la historia de Alves pone de relieve la complejidad de las narrativas personales frente a la ley y la opinión pública.

Su salida de prisión el pasado 25 de marzo congregó a decenas de periodistas. Le costó unos días conseguir el millón de euros que la Audiencia Provincial de Barcelona le había impuesto como fianza. A medida que pasaban las horas, los periodistas se aglomeraban a las puertas de la cárcel de Brians 2. Hasta que, al fin, se abrió la cancela y el jugador, aparentemente altivo según algunos medios, incómodo para aquellos que le conocen, hizo un paseíllo televisado al grito de «¿verás a Joana?». Se montó en un coche con su abogada y se perdió camino de la ciudad.

Las especulaciones se centraban primero en si su mujer, Joana Sanz, se iba a divorciar tras su detención; posteriormente, sobre si ella se marchaba a vivir a París; o sobre su buena o mala relación previa a los hechos que llevaron al brasileño a estar entre rejas. Lo único cierto es que Alves alteró su versión de los hechos para no jugarse su relación matrimonial. Alves mintió y cambió varias veces su declaración y eso ha condicionado la instrucción del procedimiento judicial que le ha llevado a la condena. Mintió primero a los medios negando cualquier contacto con su denunciante para que aquello no le trajese problemas matrimoniales. A partir de esos momentos, sus distintas versiones se acomodaban más a lo que Alves no quería que Joana Sanz se enterase, a su propia defensa. Tampoco la víctima dijo la verdad.

Los tres magistrados de la Audiencia Provincial de Barcelona lo dejan claro: «De ahí que no parezca razonable la versión de la denunciante conforme a que acudió a hablar con el acusado a la zona del baño por miedo a que después de la discoteca estos chicos pudieran seguirles y hacerles algo a ella y sus amigas. Y más que vaya a hablar con él dos minutos después de que este se haya ido. Más bien parece un acuerdo previo de ir uno después de otro. Ni es coherente con lo que hemos observado en los vídeos, ni es lógico atendiendo a la cantidad de personas existentes en la discoteca, incluidos personal de seguridad o a la posibilidad de acudir a la policía al salir de la discoteca».

La sentencia concluye que «la denunciante acudió voluntariamente a la zona del baño de la suite, con el propósito de estar con el acusado en un espacio más íntimo. Y que desde el lugar donde se encontraba podía saber que se dirigía a un espacio cerrado, posiblemente un baño, tal y como se desprende de la prueba documental aportada por la defensa donde se puede observar el interior desde donde accedió la denunciante (folios 148 y siguientes de la pericial videográfica y de reconstrucción de los hechos realizada por D. Francisco Marco y que no ha sido impugnada)». Por eso, digo, que en muchas ocasiones la luz de los focos, la letra de molde de los medios, altera las realidades de nuestras vidas.

Retomando el momento en que Alves parte en el vehículo con su abogada, su apresurada huida de los paparazzis y el posterior cerco mediático en su domicilio, subraya la persistente presión pública y las constantes conjeturas que rodean su figura. A partir de ahí, todo son especulaciones de los programas de televisión. Estos días he contactado con su entorno que pone claridad a los claroscuros de lo que ha ocurrido en estos días:
Escoltado por varios agentes de la policía, se subía en un Toyota blanco junto a sus tres acompañantes y ponía rumbo directo a la única casa que tiene en propiedad en la ciudad de Barcelona, la de Esplugues de Llobregat.

Pese a que algunos medios insistían en que Joana Sanz estaba en la casa de Esplugues, fuentes cercanas me confirmaban con pruebas gráficas que, dos días antes de que Alves saliera de prisión, ella abandonó Barcelona y se fue a Madrid. Ahora ha vuelto. La modelo ha publicado en su perfil de Instagram una fotografía dándole la mano a Alves y con un tatuaje donde pone «1+1=1». ¿A qué están jugando? Su entorno insiste en que esa publicación no significa más que el apoyo mutuo de dos personas que se han amado en el pasado. Joana no estaría pasando por un buen momento personal, lejos del caso Alves, y él ahora sería su único sostén.

Finalmente, la reconciliación de Alves con Joana y la consolidación del romance de Vicky Martín Berrocal ilustran cómo, incluso en tiempos de cólera política y de descanso y reflexión como la Semana Santa, las historias de amor y perdón prevalecen, recordándonos la importancia del arrepentimiento y de la sinceridad.

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