¿Qué significa hoy en España ser de derechas? El futuro de PP, C’s y Vox

¿Qué significa hoy en España ser de derechas? El futuro de PP, C’s y Vox

La distinción entre izquierda y derecha sin duda permanece vigente en el campo político de las sociedades occidentales desarrolladas. España es, como se ha visto en las dos recientes jornadas electorales, un buen ejemplo de ello. Negar la distinción equivale, se quiera reconocer o no, a un utópico intento de abolir la política cotidiana e incluso la misma esencia de lo político.

Como señala Chantal Mouffe, la negación de la existencia de fronteras entre derecha e izquierda, lejos de constituir un avance en una dirección democrática, es “una forma de comprometer el futuro de la democracia”, porque la esencial de ese sistema político es el “pluralismo agonístico”. Como alternativa a la distinción derecha/izquierda, ciertos grupos políticos, e incluso algunos intelectuales, se han autodenominado “centristas”.

Para algunos, la distinción izquierda/derecha puede ser fundamentada en términos psicoanalíticos: la izquierda representaría el principio de “deseo”, es decir, la emancipación, la liberación del individuo, mientras que la derecha equivalía a seguridad y el mantenimiento de las condiciones de conservación, es decir, el principio de “realidad”.

El filósofo británico Michael Oakeshott define la derecha como una actitud de preferencia de “lo familiar a lo desconocido, lo experimentado a lo no experimentado, el hecho al misterio, lo real a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo lejano, lo suficiente a lo sobreabundante, lo conveniente a lo perfecto, la risa del presente a la dicha utópica”. Para los derechistas, la historia, señala Robert Nisbet, se expresa no en forma lineal, cronológica, sino en la persistencia de estructuras, comunidades, hábitos y prejuicios, generación tras generación.

El sentimiento trágico de la política 

Todas estas aseveraciones son complementarias. Lo que las sintetiza son las características de su “visión” de la realidad. Thomas Sowell clasifica las “visiones” de la realidad en dos categorías: “trágica” y “utópica”. La primera enfatiza y tiene como soporte las restricciones humanas, mientras que la segunda lo hace en la posibilidad de supresión de esas restricciones. La primera se identificaría con la derecha, y la segunda con la izquierda.

Así, pues, una ideología o tendencia política puede ser clasificada como de “derecha” cuando tiene por fundamento las restricciones características de la naturaleza humana; lo que se traduce en el pesimismo antropológico, el realismo político, la defensa de la continuidad histórica, de la diversidad cultural y social, de la religiosidad o sentimiento de “lo sagrado” y de la reforma social frente a la revolución. Después de estas afirmaciones, es preciso igualmente dejar claro que no puede hablarse de una derecha históricamente monolítica y homogénea; hay derechas.

El plural significa que existen diferentes formas de comprender y vivir la derecha, coincidentes en una serie de puntos esenciales de la visión “trágica” de la vida social y política. De ahí que la derecha haya alumbrado diferentes “tradiciones”. Así, en Francia, el historiador René Rémond, ha hecho referencia a tres tradiciones derechistas: tradicionalista, liberal y bonapartista.

En España, este esquema no es defendible. En un contexto sociocultural y religioso, hegemonizado por el catolicismo a lo largo de los siglos XIX y XX, dominaron en la sociedad española, como sostengo en mi libro Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días, dos grandes tradiciones en la derecha española: la teológico-política o tradicionalista; a su lado y siempre enfrente, la conservadora-liberal. Posteriormente, emergieron otras tradiciones como la democristiana, la liberal y la derecha revolucionaria o fascista, que tuvieron un escaso eco en la sociedad española. Finalmente, triunfaron las tendencias tradicionalistas y autoritarias, primero con la dictadura del general Miguel Primo de Rivera y posteriormente con la dictadura del general Francisco Franco.

Cosmopolitas Vs. Arraigados 

Sin embargo, el Concilio Vaticano II y el proceso de transformación socioeconómico de los años sesenta destruyeron no sólo el proyecto autoritario, sino la cultura cívica en que descansaba. Lo cual favoreció el ascenso de una derecha democrática y del proyecto liberal-conservador, dominante a lo largo del período de la Transición, y que encarnó Alianza Popular y luego, hasta hoy, el Partido Popular. La Unión del Centro Democrático no logró consolidarse como partido y proyecto político, por la pluralidad de sectores ideológicos existentes en su seno: democristianos, socialdemócratas, liberales, “azules”, etc.  Es el peligro en que incurre, en mi opinión, Ciudadanos, que no puede ser conceptualizado como un partido de derechas, sino, a lo sumo, de “extremo centro” o, si se quiere, catch-all party, atrapalotodo, sin proyecto político claro y preciso.

Lo más novedoso hoy en el mundo occidental es la emergencia de lo que podríamos denominar “derecha identitaria” o nacional-populista. Surgida al socaire de las contradicciones del proceso de Globalización y de la lucha entre “cosmopolitas” y “arraigados”, la derecha identitaria, frente a las derechas fascistas del pasado, no pone en cuestión los fundamentos pluralistas del régimen demoliberal. Su leitmotiv es la defensa de la identidad nacional cuestionada tanto por la Globalización y el modelo de construcción europea como por la inmigración masiva, sobre todo la de raíz musulmana. En ese sentido, manifiesta una posición nacionalista, que se traduce en la defensa del poder de decisión de los Estados nacionales; plantea la transformación de la Unión Europea en una confederación de naciones; es proteccionista desde el punto de vista económico, priorizando el mercado interior para que los empleos que se generen lo ocupen los nacionales; rechaza el multiculturalismo y se muestra partidaria del control de la emigración.

Hasta ahora inexistente en España, la derecha identitaria tendría, al menos en teoría, su concreción en Vox. Sin embargo, el movimiento político liderado por Santiago Abascal no ha cristalizado aún en una tendencia claramente nacional-populista. Entre sus ideólogos abunda la perspectiva teo-conservadora, mientras que su programa económico es ultra-liberal. Al mismo tiempo, Vox ha asumido parte del discurso identitario, pero no ha intentado penetrar en serio en el espacio obrero y popular. Sin embargo, el porvenir de Vox descansaría, a nuestro modo de ver, en convertirse en un auténtico partido nacional-populista. El espacio liberal-conservador y el humanista cristiano es el ámbito ideológico del Partido Popular Europeo, al cual en España está adscrito el PP.

  • Pedro Carlos González Cuevas es profesor titular de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Español en la UNED.

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