¿Qué pasa en el CNI?
El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) no pasa por su mejor momento. A pesar de que gozaba de un gran prestigio internacional y de tener al frente a un experimentado general de cuatro estrellas, Félix Sanz Roldán, los últimos hechos demuestran que pasan por horas bajas: nula incidencia en los prolegómenos del referéndum ilegal de Cataluña, incapacidad para anticipar y prevenir los ataques cibernéticos de Anonymus —hasta el punto de que han tumbado la propia página del CNI así como la del Tribunal Constitucional— y, por último, excesiva calma ante el virus con el que Corea del Norte intenta adentrarse en el sistema informático del Ministerio de Defensa. Todos estos hechos generan una lógica inquietud dado que La Casa cuenta con los mejores especialistas para proporcionar información y análisis al Gobierno a la hora de evitar y detectar ataques y amenazas que vayan en contra de la integridad de España. De hecho, tiene adscrito a su estructura al Centro Criptológico Nacional (CCN), encargados de garantizar la seguridad de las Tecnologías de la Información en los diferentes organismos del Estado.
De ahí que, a pesar del ímprobo trabajo que realizan sus espías y agentes en zonas tan sensibles desde el punto de vista geopolítico como África, Asia y Latinoamérica, sea importante que mejoren el resultado del mismo. Ese trabajo resulta clave para mantener a salvo la seguridad nacional, una de las preocupaciones más perentorias del Gobierno dada la dificultad del contexto en el que nos encontramos. A nivel interno, los independentistas catalanes han creado una profunda crisis institucional que subió a un nivel intolerable durante el 1-O. Los profesionales del CNI fueron incapaces entonces de averiguar donde estaban las urnas que propiciaron aquel disloque y tampoco consiguieron prever que la mayoría de los Mossos, supeditados a la voluntad de sus jefes, iban a hacer de la inacción una forma más que evidente de sedición.
La incapacidad para anticiparse a aquellos acontecimientos no ha sido subsanada y ahora nos encontramos con que la amenaza cibernética se apodera también de nuestro día a día institucional. En ese sentido, el CNI debe extremar las labores de detección. En el entorno digital sigue muy presente la abyecta propaganda del Estado Islámico, fuente de donde beben la mayoría de sus terroristas en Europa. También los hackers que desde Rusia o Corea del Norte tratan de aprovechar la sima abierta por los golpistas catalanes para tratar de desestabilizarnos, que es lo mismo que desestabilizar Europa, su gran objetivo. De ahí que lo más conveniente sea que el Centro Nacional de Inteligencia recobre el gran nivel de actuación que siempre lo ha caracterizado y ponga coto, tanto en la red como en los escenarios físicos, a todos aquellos enemigos de los españoles que amenazan, de un modo u otro, nuestro Estado de Derecho.