Opinión

¡Qué barato es ofender a España con Sánchez!

«A los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros», dijo Napoleón Bonaparte dos siglos antes de que naciera Pedro Sánchez. Quizá sea cierto que muchos españoles seguimos siendo así, pero ni mucho menos esa frase nos describe a todos. Ahora nos está gobernando el líder socialista que tiene el deshonroso mérito de haber conseguido los peores resultados electorales de la historia reciente del partido socialista y, a pesar de eso, logra aferrarse a la Presidencia del Gobierno incumpliendo todas sus promesas electorales, en coalición con todos los mayores enemigos de España de dentro y fuera de nuestro país. Y con Sánchez sale gratis ofender a España.

La última ofensa gratuita la ha protagonizado la nueva presidenta de México, la ultra de extrema izquierda Claudia Sheinbaum, quien ha decidido no invitar a su toma de posesión a nuestro jefe de Estado con el falaz argumento de que nuestro monarca ha cometido una gravísima falta de respeto a todo el pueblo mejicano al no contestar una misiva en la que su antecesor, el ultraizquierdista López Obrador, le exigía una disculpa por los «agravios causados» durante la conquista.

En realidad, lo más caritativo que pudo hacer su majestad el Rey Felipe VI fue no contestar dicha carta porque, de haberlo hecho, tendría que haberles recordado que fueron ellos quienes, después de que nos marchamos, exterminaron a los indígenas y regalaron la mitad de su territorio a los Estados Unidos; y que mientras estuvimos allí, les protegimos del canibalismo, les consideramos parte de España y les construimos cientos de ciudades, infinidad de caminos, incontables hospitales y colegios y decenas de universidades que les permitieron pasar del salvajismo a la civilización; sin exterminios como los que los anglosajones llevaron a cabo al norte de México.

Pero la ofensa de la extrema izquierda mejicana a España ha quedado sin la respuesta que merece, ya que lo único que ha hecho Pedro Sánchez ha sido negarse a enviar representación oficial, delegándola en sus socios de Sumar, Bildu y Podemos, que han enviado a diputados nacionales; así como en el socialista Josep Borrell, que asiste en representación de la Unión Europea. A México le ha salido gratis agraviar a España.

Esta ha sido sólo una más de las ofensas a nuestro país que Pedro Sánchez ha consentido sin inmutarse. Nunca olvidaremos su imagen compartiendo mesa con el rey de Marruecos con una bandera de España al revés. O el mapa de Marruecos en su embajada en España incluyendo Ceuta, Melilla y el Sáhara Occidental. O los continuos desplantes de Mohamed VI, ausentándose de Rabat ante la visita de una delegación española formada por el presidente del Gobierno, dos vicepresidentas y hasta diez ministros más. A Marruecos también le salen gratis sus continuos ultrajes a España.

Pero no hace falta irse tan lejos. Ahí tenemos al golpista Carles Puigdemont subido a un escenario de Barcelona no hace aún dos meses, pese a estar perseguido por nuestra Justicia; mientras, en nombre de Pedro Sánchez, el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, se reúne con el prófugo para suplicarle sus siete miserables votos a cambio de lo que sea que se le antoje pedir. O a la ministra de Defensa, Margarita Robles, asegurando dos meses antes de las elecciones de julio de 2023 que «es una ofensa» que los proetarras de Bildu incluyan en sus listas a miembros condenados por pertenencia a la banda terrorista ETA; para que, un mes después de dichas elecciones, el PSOE firmara un nuevo acuerdo con Bildu para entregarles a los proetarras el Gobierno de Navarra, a cambio de que estos permitieran a Pedro Sánchez ser investido. A los golpistas catalanes y a los proetarras también les salen gratis sus insultos a España.

Terminemos con otra famosa cita que se atribuye más que dudosamente al canciller alemán Otto von Bismarck, casi contemporáneo de Napoleón; y dice que «la nación más fuerte del mundo es sin duda España, porque siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido». Ni Bismarck ni Napoleón intuyeron al felón de Pedro Sánchez, porque, de haberlo hecho, seguramente los dos se hubieran quedado calladitos.