El PSOE, traidor a España
Y no me refiero a este PSOE de ahora mismo y del inaudito e increíble
Sánchez; no, no voy a denunciar -al menos hoy- las maniobras, siempre en
la oscuridad, que el equipo del mendaz presidente está realizando para
asegurarse los votos de los rebeldes separatistas en su próxima
investidura, tampoco me ocupo en esta crónica de las cesiones que está
dispuesto a realizar para que los independentistas de Geroa Bai, la filial
navarra del PNV, apoyen al dúo de incapaces Cerdán-Chivite y se hagan así
con el Gobierno Foral que no han ganado, ni mucho menos, en las urnas.
Urnas por cierto que espero que en Navarra hayan sido respetadas, no
como en otros lugares de España en los que la chapuza del recuento
transpira un sospechoso hedor a pucherazo.
Me retrotraigo por tanto en el tiempo. Resulta que la desclasificación de
los papeles que la Audiencia Nacional, el tribunal del terrorismo, ha
realizado de la bochornosa negociación, sostenida durante meses, que
Zapatero cumplimentó con los asesinos de ETA, ha coincidido en el
tiempo, algo muy curioso, con la publicación de las actas que la propia
banda escribió de aquella claudicación del Estado Español. La banda ya
había adelantado hace años, con pelos y señales, bastantes pormenores
de aquellos tratos trileros pero ahora los publicado sin ningún temor,
incluso con ovaciones externas por parte del PNV que, por boca de un
tipejo repulsivo, Joseba Egibar, siempre más cerca de los asesinos que de
las víctimas, ha llegado a indicar que el relato muestra hasta qué punto los etarras siempre estuvieron dispuestos a firmar la paz con sus
persecutores. ¡Dios mío!
Y no nos engañemos: la mayoría de los puntos de encuentro entre los
enviados especiales de Zapatero, Gómez Benítez, Javier Moscoso y
Eguiguren (a veces también Eguiagaray) eran discusiones de tercera
regional comparados con el auténtico meollo de la negociación: un acuerdo sobre el futuro de Navarra que incluyera la anexión del Viejo
Reino a la Comunidad Autónoma Vasca. Sorprende cómo un navarro de
adopción, riojano de nacimiento, Javier Moscoso, diputado de UCD al que
el PSOE adquirió con cargos, ministro y fiscal general del Estado por
ejemplo, se aviniera a chalanear con los criminales el porvenir político y
hasta institucional de la autonomía foral a la que había representado en
las Cortes Generales. Pernardo Barrena, un individuo siempre a la vera
misma de cualquier comando terrorista, llegó a exigir a los muñidores de
Zapatero que se pronunciaran precisamente sobre este gran asunto. La
pregunta fue: “¿Estáis dispuestos (así tuteando tabernariamente) a hablar
sobre Navarra y su adhesión a Euskadí?”, pues bien, el trío en cuestión
respondió sin ambages: “Sí, estamos dispuestos”, así como quien jura
fidelidad a una bandera. Sa trataba entonces de reeditar el pacto con ETA
al que llegó en los noventa un presidente navarro, profesor de instituto en
Tudela, Javier Otano, que luego tuvo que dimitir acusado de todas las
corrupciones posibles. Otano aceptó constituir una “Dieta Vasconavarra”,
un órgano común encargado de establecer las condiciones oportunas para
convocar dos referendos, uno en cada comunidad, en los que se
interrogara a los respectivos ciudadanos si querían apostar por el
ensamblaje de las dos regiones. Una idea rigurosamente inconstitucional,
contraria incluso a la malhadada Transitoria IV de nuestra Norma Suprema
que fijó, de forma estúpida a juicio del cronista, la posibilidad de la unión
entre las dos comunidades.
Zapatero y sus monaguillos llegaron mucho más lejos y acordaron
prácticamente la anexión. NI siquiera el brutal atentado de Barajas frenó
la miserable cesión del presidente del Gobierno. A él Navarra le traía
exactamente por una higa; quiso apuntarse el tanto del fin de ETA y no
reparó en barras. Ni él ni sus mediadores. Una vergüenza histórica.
Afortunadamente a España y más concretamente a Navarra le salvó la
campana: Zapatero, destrozada España por los cuatro costados, tuvo que
convocar elecciones y las perdió. Ahora bien: ¿qué sucedió entonces?
Pues que está por aclarar lo ocurrido en la extensísima reunión que el ya
ex-presidente mantuvo con el recién nombrado ministro del Interior de
Rajoy, Jorge Fernández. Ni un solo detalle ha trascendido de aquella
entrevista. Aún se esperan explicaciones. Es de confiar en que Fernández,
asiduo visitante de Navarra, colegial incluso en La Ribera, no concordara
con el sujeto que le acompañaba nada parecido a lo relatado hasta aquí. A Zapatero y a su PSOE -el mismo que ahora nos mal gobierna- no les
acompañaron la suerte y no pudieron culminar su cesión, su traición a
Navarra y por tanto a España. El dúo Chivite-Cerdán, espoleado por
Sánchez, lo vuelve a ensayar ahora mismo. Al PNV se le hace la boca
gaseosa, Bildu se siente reconocida tras los años y años en que su matriz
asesinó a destajo, y España y Navarra asisten espeluznados un pacto de
traición que pretende terminar con Navarra y España. Este es Sánchez.