Opinión

La portavoz

13 de diciembre de 2017. Pleno del Senado. Clásica sesión que genera bostezos en la práctica totalidad de los asistentes, que dividen su tiempo entre el estudio exhaustivo de la cafetería y los niveles expertos de Candy Crush. Se debate la típica moción que pone de los nervios a un sector de la derecha por algún motivo que alguien todavía tendrá que explicar. Se titulaba así: Proposición de Ley de reconocimiento y protección oficial de las víctimas del franquismo y de la memoria democrática del Estado español.

En el turno del PP se estrena una senadora joven, desconocida para la práctica totalidad de su Grupo Parlamentario. Unos 32 años, rubia, pelo rizado, gafas de empollona. Comienza: no hay nadie más franquista que las élites catalanas independentistas. Respingo en la bancada popular. Sonrisas, incredulidad y atención. Sobre todo atención. Sigue: no hay nada más nazi que Errejón poniendo como referente a Karl Smith. Termina: cita de dos frases casi idénticas, una pronunciada por Pablo Iglesias y otra por Primo de Rivera. Acaba: el PP se pone en pie a aplaudir el nacimiento de su nueva estrella.

Hace siete años y medio en la Cámara Alta comenzó el resto de la vida de una leonesa, de nombre Ester Muñoz. A partir de ese día sus vídeos comenzaron a tener millones de visitas en YouTube y meses después se convertiría en la peor pesadilla de Dolores Delgado, la «todavía ministra de Justicia», como le llamaba la entonces Senadora en unas interpelaciones legendarias. Su ascenso fue tan fulgurante que entró de lleno en las quinielas para la portavocía de la Cámara y nadie dudaba de que gran parte del futuro del partido pasaba por ella… hasta que su éxito fue imposible de soportar para el que no soportó nunca la sombra de las mujeres desacomplejadas que no necesitan cuotas para resaltar.

En pleno ascenso de Ester Muñoz, y a imagen y semejanza de lo que hizo con Cayetana Álvarez de Toledo e intentó hacer con Ayuso, Pablo Casado la purgó. La puso de nº2 en las listas del Senado de su provincia a sabiendas de que sólo entraría uno, que por supuesto era el clásico nadie amigo de la cúpula de Génova. La expulsó, la aisló y frenó en seco su carrera en el punto exacto de su eclosión.

Desde 2019 hasta 2021 Ester Muñoz se replegó en los cuarteles de invierno del gabinete de Alfonso Fernández Mañueco, que no le otorgó ninguna responsabilidad de gestión pero sí la mantuvo en su núcleo duro de Gobierno. Funcionó tan bien que la acabó nombrando delegada del Gobierno de la Junta de Castilla y León para la provincia de León. Ahí transformó un puesto prácticamente administrativo en un lugar de batalla política de primer orden: Mañueco no ha tenido, ni volverá a tener, a alguien que le defienda tanto como entonces ella. Sonaba en todas las quinielas, una vez más, para ser Consejera en una hipotética remodelación de Gobierno que nunca llegaba. Y, en pleno resurgir de su figura, los gallegos se fijaron en ella.

La historia que sigue es la más conocida por el gran público: Feijóo confió en ella para el Congreso como cabeza de lista del PP por la provincia de León, la hizo vicesecretaria de Sanidad y Educación y le devolvió el altavoz mediático que el mediocre le había quitado años atrás. E igual que hace casi ocho años brilló en una moción incómoda para el partido, esta legislatura se convirtió en imprescindible haciendo que la comparecencia de Teresa Ribera sobre su responsabilidad en la gestión de la Dana se convirtiera en una pesadilla para el Gobierno.

Porque la que desde hoy es la nueva portavoz del principal partido de la oposición es una combinación de todo lo que le ha funcionado al PP: tiene la valentía de Ayuso, la solidez intelectual de Cayetana Álvarez de Toledo, la juventud de López Miras, la retranca de Rajoy y la dureza de Tellado. Una estrella que no se apagó ni siquiera cuando hicieron todo lo posible por destruirla.

Hace falta mucho coraje para construir una figura política como representante del partido en los momentos más difíciles del mismo. Y eso es exactamente lo que ha hecho ella: ser la portavoz contra las acusaciones de franquismo, ser la defensa contra el populismo de la Dana, ser el escudo contra los mensajes indolentes de Ignacio Cosidó. Echarse el partido a la espalda demostrando que ser cobarde, en política, en realidad nunca ha merecido la pena.

El 13 de diciembre de 2017 empezó el resto de la vida de Ester Muñoz. Hoy comienza el futuro de la mujer más importante del Partido Popular. Atentos a lo que viene. Les gustará.