Porros, sí; cerveza sin alcohol, no
La ministra de Sanidad, Mónica García -la misma que lleva en su programa electoral convertir el consumo de cannabis en una «industria puntera» en España y que hace un par de meses ha iniciado el trámite para desarrollar su regulación mediante el oportuno Real Decreto- acaba de lograr que el Consejo de Ministros presidido por Pedro Sánchez le apruebe su anteproyecto de ley para el control del acceso al alcohol en el que, entre otras muchas barbaridades, prevé limitar la apertura o instalación de bares, en los que además de bebidas alcohólicas también se sirven refrescos o botellines de agua con gas; así como prohibir la publicidad de marcas de cerveza, aunque sean sin alcohol.
Todos los que, a diferencia de la imputada mujer del presidente del Gobierno, hemos concluido estudios universitarios recordamos múltiples ejemplos de compañeros, digamos que no muy listos, que concluyeron con éxito sus carreras. Los especialistas en psicología explican que existen diferentes tipos de inteligencia, pero yo no estoy hablando de eso, sino que me refiero a que el sistema educativo español está diseñado para llenar el mercado laboral de personas que sólo fueron capaces de memorizar un texto durante algunos días. Aunque siempre hay casos límite que no lo consiguen por muy fácil que se lo pongan, como Begoña Gómez o Carles Puigdemont, que intentó sacarse sin éxito primero la carrerita de estudios de Filología Catalana y más tarde la de Periodismo, sin lograr acabar ninguna de las dos.
Pero exceptuando estos casos extremos, en España cualquiera puede sacarse una carrera sin necesidad de ser muy listo, incluso la de Medicina, que es lo que estudió la ministra de Sanidad, Mónica García, médico y madre. MeMa, acrónimo por el que es conocida, ha dado repetidas muestras de merecerse ese mote. Aún no podemos dejar de reír al recordarla una mañana de mayo del año pasado, pidiendo la dimisión del vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, por recibir el bono social térmico; y por la tarde reconociendo que ella también lo cobraba.
MeMa es un meme, pero un meme comunista y el comunismo sigue pretendiendo transformar la sociedad, permitiendo lo prohibido e ilegalizando lo permitido para obligarnos a ser como ellos digan. Un comunista del siglo XXI ya no se preocupa de algo tan gris como es la propiedad de los medios de producción, sino que se ha adaptado al colorido de la Agenda 2030 y se ha hecho ecologista del cambio climático, animalista y vegano; intercultural y racializado a lo Black Lives Matter; anticristiano, antijudío y proislam; abanderando la ideología de género y la teoría queer. Han sustituido la lucha de clases que, tras la caída del muro de Berlín, ya no pueden negar haber perdido por el visible fracaso de todas las economías socialistas, por otras luchas más modernas y vistosas que les permiten seguir viviendo del enfrentamiento continuo entre ellos, los buenos, y todos los demás, que les representamos el mal absoluto.
Como en el comunismo, la extrema izquierda actual, representada por Mónica García, sigue queriendo transformar la sociedad tratando de acabar con la familia como cimiento de nuestra organización y sigue teniendo como enemigos a la libertad y a la propiedad. Los métodos han cambiado, pero los objetivos siguen siendo los mismos. MeMa quiere ser la que dicte cómo tienes que vivir, qué tienes que comer, qué debes fumar y qué puedes beber. Le importan un comino tu salud y la de los niños, en realidad sólo pretenden ir dando pequeños pasos que vayan acabando con nuestra libertad.
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