Las politiqués franquistas de Colau

Las politiqués franquistas de Colau

El pasado martes, Ada Colau ordenó a su policía proteger a los okupas de los desalojos extrajudiciales de los bienes inmuebles privados. Su política de comprar la paz social emulaba a la del ex alcalde conservador Javier Trías, quien en 2015 llegó a pagar el alquiler de 5.500€ mensuales del Banc Expropiat con dinero público para evitar la confrontación con estos “mil leches” con gustos de fumeta jamaicano y, de paso, también con su propio pánico. Resulta curioso comprobar el increíble parecido de la alquimia social del convergente, la de la estraperlista del lumpen proletario y la del falangismo de hace 80 años. Je, je, je… A continuación las semejanzas de los antifranquistas obsesionados con el liberalismo social y parlamentario emparentados con el mismísimo Francisco Franco.

El caudillo fue el precursor de la beneficencia pública como instrumento del Estado para controlar la indigencia. Para prevenir sus efectos antisociales y atender las necesidades vitales de una parte de la población. El Bienestar Social como instrumento de corrección y de caridad, para manejar a los individuos desviados o dependientes y aliviar su penosa situación de algún modo mínimo. De él copiaron Trías y Colau las políticas sociales marginales que implican la patología social y altas dosis de estigmatización. De la normativa franquista de 1937 copió Barcelona En Comú políticas como el servicio social para la mujer. Y para los okupas copiaron el decreto de exención falangista de alquileres de viviendas a obreros en paro, así como la exención del pago de luz y agua promulgadas a partir de 1940. Antifranquistas transmitiendo la palabra de su maestro.

No obstante, el idilio de la alcaldesa de Barcelona con los okupas va mucho más lejos. Es una relación fructífera para ambas partes. Ellos son treintañeros haraganes organizados para cobrar el impuesto revolucionario a una cleptómana del dinero público. Organizados para lograr la redención de una estirpe burguesa de papá de Pedralbes que les avergüenza. No son víctimas oprimidas por el leviatán capitalista, sino la evacuación estatista de las criaturas del mismo. Prosélitos de la pereza incentivados por el Poder para parasitar el fruto del trabajo de la sociedad real.

Colau es una nostálgica. Su intención nunca fue la de reinsertar al movimiento okupa en la ciudad condal, sino la de convertirles en su mano de obra barata. Funcionarios sin oposición para practicar ese pasatiempo que, debido a su cargo, ella ya no puede practicar: la extorsión a la clase trabajadora. La persecución y la abolición de la propiedad privada. Calmar su propia añoranza de estafadora social que gritaba “¡Okupem el Palau de la Música!” cuando se curraba la campaña. Ahora, aburguesada, cena allí con los Borbones. Cuadrada frente a las elites del Mobile World Mobile Congress con obediencia castrense.

El mérito de Colau es el de convertir la mafia de la okupación en un sector profesional que extorsiona al propietario con la pericia de un oficinista. El mérito de Colau es el de convertir en súbdita a la clase trabajadora para satisfacer sus propias filias. El mérito de Colau es el de reciclar camellos que ya no venden droga porque sacan más dinero ocupando pisos. El de usar a la Guardia Urbana como su Guardia Pretoriana. El de anular la oportunidad y las libertades para convertirlas en servidumbre aceptada a cambio de dosis regulares de bienestar químicamente inducido. El de convertirse en una autoridad política contra la persona física. El de convertir la costra de basura dejada por los okupas en folklore nacional. El de convertir las politiqués franquistas en el programa de Ada Colau.

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