Las pensiones del ‘baby boom’

Las pensiones del ‘baby boom’

Ha dicho el ministro Escrivá -o, quizás, se le ha escapado- que serán las generaciones del baby boom, esto es, los nacidos entre 1952 y 1977, con sus cohortes más numerosas entre 1957 y 1967, quienes tendrán que ajustar sus pensiones porque, simplemente, son muchos y pueden elevar el déficit de la Seguridad Social en seis puntos.

Adicionalmente, se trata de la generación más preparada -ésa, sí, de verdad que lo es- pues fue la que acudió de una manera más generalizada a la universidad -dentro de que sólo un porcentaje de los jóvenes son universitarios en todo momento, generación tras generación, sobre el total de personas de dicha edad-, la que ha tenido -y todavía tiene- las carreras profesionales más exitosas, la que más ha cotizado, en tiempo y en cuantía, a la Seguridad Social, siendo así la que más ha sostenido las pensiones de sus mayores, y la que, por tanto, ha devengado unos derechos superiores para el cobro de su pensión cuando se jubile.

Número de personas y mayor cuantía de la pensión, junto con una, gracias a Dios, mayor esperanza de vida, ponen en aprietos al sistema de la Seguridad Social, efectivamente. Ahora bien, pareciera como si el ministro Escrivá descubriese ahora ese problema y quisiese que el quebranto lo sufriesen en su totalidad y en exclusividad quienes más han contribuido a la sostenibilidad del sistema, los integrantes del baby boom, cuando hace mucho tiempo que se sabe que, si no se hace nada, la Seguridad Social está matemáticamente quebrada.

Ya en 1995, el recordado profesor Barea alertó de ello y muchas de sus reflexiones sirvieron para poner en marcha el Pacto de Toledo, que más que reformas ha ido haciendo remiendos, como aumentar poco a poco el número de años de vida laboral para el cálculo de la pensión -hasta mediados de los noventa sólo se empleaban los dos últimos años, por ejemplo-, pero no se ha abordado una verdadera reforma que permita garantizar la sostenibilidad. La llegada de inmigrantes en un número importante a principios de este siglo, anestesió el problema, pero no lo eliminó, sino que lo aplazó y enquistó.

Por tanto, lo que hay que hacer es reformar para que el sistema sea sostenible para todos, no hacer un cambio que se cargue todo el ajuste en una generación de españoles -que, al final, terminará afectando a todos- por el mero hecho de ser más y de haber tenido un gran éxito profesional -la izquierda siempre tan contraria al éxito individual de las personas-. Decía el otro día que había que hacer reformas para que no haya recortes, pero el pacto en pensiones firmado por el Gobierno, patronal y sindicatos realmente lo que hace es poner en riesgo la sostenibilidad del sistema, al abandonar el factor de sostenibilidad, el índice de revalorización de las pensiones y al volver a indexarlas a la inflación.

Ésa es la realidad, por mucho que ahora los sindicatos y, sobre todo, la CEOE se rasguen las vestiduras al escuchar al ministro Escrivá. ¿Qué esperaban? Si no se hace nada y si lo que se hace va en línea contraria a las reformas que garanticen la sostenibilidad, el recorte llegará, y será de mayor intensidad en quienes próximamente se jubilarán y de manera más numerosa y con mayor pensión, es decir, la generación del baby boom. Y eso es lo que va a suceder: el pacto que han firmado pone en peligro las pensiones, y las primeras que se van a ver afectadas son las de los miembros de dicha explosión demográfica.

Si querían evitarlo, deberían no haber firmado ese pacto y apostar por mejorar la reforma que llevó a cabo el PP, en la que había que profundizar, pero que iba en una dirección correcta. Si suscriben un documento que incrementa, según Fedea y el Banco de España, el coste de las pensiones en 30.000 millones de euros de manera estructural en los próximos treinta años, no se pueden extrañar de que los impuestos vayan a ser confiscatorios y de que, además, haya recortes en pensiones, porque no serán sostenibles.

Este desastre es lo que tenemos por la firma del pacto en pensiones, que las conduce al abismo desde el punto de vista de sostenibilidad. No han querido reformas de verdad, que garanticen su viabilidad para todos, y los españoles sufrirán recortes. Yo pertenezco a la ultimísima parte de dicha generación, pero, sinceramente, no me sorprende, porque desde que asistí a las lecciones del profesor Barea -tuve la suerte de que me impartió clase en la Universidad Autónoma de Madrid- supe que la pensión de mi generación se vería afectada muy a la baja si no se acometían reformas, y al ser un tema muy sensible desde el punto de vista electoral siempre pensé que no se llegaría a reformar. Mejoró la situación de la Seguridad Social el salto cualitativo -y cuantitativo- que supuso el pasar de doce millones de ocupados a diecisiete millones en los años del presidente Aznar: la creación de empleo es una herramienta poderosa para sostener las pensiones; y tras la crisis de 2007-2014, las reformas del Gobierno del presidente Rajoy iban en la buena dirección, aunque había que profundizar más en ellas. Ahora, no tenemos ni creación de empleo ni reformas que garanticen la viabilidad. Sólo nos quedamos con un pacto firmado que acelera el colapso del sistema, y de ello son responsables todos los firmantes, por mucho que alguno de ellos ahora se escandalice con el anuncio del ministro Escrivá. Esperemos que los empresarios tengan más tino en su posición frente a la derogación de la reforma laboral del que han tenido en este tema de las pensiones al firmar ese documento.

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