Tecno sapiens

El peligro del lenguaje con la «autocensura»

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Una de las más puras y pragmáticas creaciones de los seres humanos es el lenguaje. Gracias a éste desarrollamos la oralidad, y posteriormente la escritura, lo que a lo largo del tiempo engendró la filosofía, la historia, las ciencias, la literatura, el arte, etc.

Qué sería de este mundo sin maestros en el uso del lenguaje como Homero, Séneca, Dante, Moliere, Cervantes o García Márquez? Por solo mencionar algunos.

Para los humanos, el lenguaje es un medio que nos permite expresar nuestras más profundas contradicciones, tales como desear o rechazar, vivir o morir, elogiar o criticar, amar u odiar, etc. Y por ello, el lenguaje no es inocuo, ya que cada cosa que decimos es parte de lo que somos.

Y como parece que nada es ajeno al mundo digital, el lenguaje no ha sido la excepción, y vivimos un momento en el que nuestro lenguaje adquiere unas dimensiones con una carga metafísica muy grande.

Hoy pareciera que es imposible hablar de feminismo, de inmigración, o del colectivo LGTBQ, por ejemplo, sin que alguien se sienta ofendido, sin importar si lo dicho es bueno o malo, todo es susceptible de ser lapidado tan solo por no pertenecer al mismo bando. Es más, tengo la impresión de que algunos temas han sido secuestrados por ciertos colectivos, que están creando nuevos metalenguajes con los que marcan su propio territorio.

¿Es lógico pensar que si un partido político X no apoya la ley de protección animal del partido Y, inmediatamente esto signifique que necesariamente todos los votantes de X son maltratadores de animales? ¿Qué tal si pensamos, que si X no apoya a Y es por ejemplo porque la propuesta de ley puede tener vicios?

¿En qué momento perdimos la capacidad de dialogar, de ser capaces de escuchar y de entender al otro en toda su dimensión, desde el respeto y la empatía? No sé cuándo asumimos el falso dilema (falacia) de «estás conmigo o estás contra mí». Y por si eso no fuera poco, las redes sociales sirven de altavoces a personas –en muchos casos anónimas- que actúan como los grandes jueces de la ética y de la moral moderna.

Es tan agresivo el escrutinio y el ciberbullying al que podemos vernos sometidos con algunos temas, que muchos ya prefieren callar y autocensurarse, antes que ganarse un hashtag de odio en twitter. Y es en esa autocensura donde radica el verdadero peligro de cuanto estamos comentando, ya que por esa omisión metódica y sistemática estamos perdiendo mucho.

¿Por qué es tan difícil encontrar en la actualidad puntos intermedios en donde seamos capaces de asumir un sano debate, justo y comprometido, por ambas partes?

Un verdadero debate exige un trabajo mental muy grande, aprender a argumentar, a rebatir; y empatizar o negociar son unas de las habilidades más grandes que nuestro lenguaje nos permite expresar. Criticar y atacar al otro sin argumentos intelectuales solo requiere odio, egoísmo, y un lenguaje poco elaborado.

En los Diálogos de Platón, cuando Sócrates exponía su punto de vista, nunca lo imponía, de hecho lo realmente valioso era la forma en que cuestionaba la posición del otro y la suya propia.

Si no defendemos el derecho a un debate serio, nuestros hijos crecerán autocensurándose, y el pensamiento perderá esas zonas de cuestionamiento que tanto ayudan a fortalecer el pensamiento crítico.

De seguir con la autocensura, renunciando a la crítica para no ofender a nadie, pronto comenzaremos con el uso de un lenguaje aséptico que dará por resultado escritores, pensadores, artistas y una sociedad mediocre.

Y tal vez ese sea el cometido de los extremistas, tener unos borreguitos que no se cuestionen nada, incluso cuando ellos mismos mienten o se equivocan.

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