Olimpiadas de impuestos multinivel

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Empecemos por el final: analizados los mensajes y los datos que transmite Moncloa después de la Conferencia de Presidentes Autonómicos, se alcanza la convicción de que no tiene ningún sentido hacer fe de lo que dicen o perder el tiempo valorando la adecuación de las partidas y la equidad en los criterios de reparto. De qué manera se van a gastar los fondos es un enigma dentro de un acertijo, mientras que sí es evidente cómo vamos a pagar lo que nos gastemos. Decía Benjamin Franklin que solo hay dos certezas en la vida: la muerte y los impuestos.

Hace ya años me contaba un amigo, importante directivo en el extinto Banesto, que cuando era responsable comercial en Madrid recibía frecuentemente a Jesús Gil. Las amenas charlas -sin duda lo serían conociendo al personaje-, que discurrían entreveradas por las acometidas de Gil en modo de solicitudes de financiación, siempre terminaban con la disculpa del banquero: -Mira Jesús, estoy encantado de que vengas a verme, y de invitarte a comer siempre que quieras, porque me lo paso muy bien contigo. Pero no podemos hacer negocio porque cuando salgas por la puerta me quedaré con la certeza de que tú has ganado y el Banco ha perdido.

Más adelante cambió la dirección del Banco; los criterios de riesgo se relajaron, en la medida que los intereses de la entidad se confundían con los de sus gestores, y Jesús Gil terminó obteniendo varios préstamos. Y dejando más adelante, como temía mi amigo, la correspondiente pella.

La anécdota sirve para encuadrar los encuentros y negociaciones con Pedro Sánchez, en el marco de la Conferencia de Salamanca o en el que sea. Conocida por todos la incapacidad del presidente para ser fiel a su palabra y coherente con sus propios actos, los asistentes van a volver a su pueblo con la certeza de que se ha quedado o se va a quedar con su cartera, además de que utilizará el relato para el auto ensalzamiento y la crítica traicionera. Eso sí, siempre que no sean el dirigente vasco o el inasistente catalán; estos, como les pasaba a los nuevos dirigentes del Banesto, tienen torticeros intereses y sus negociaciones con Sánchez son una versión real de Entre pillos anda el juego.

Un jocoso paréntesis para apuntar que el presidente americano exhibió el antídoto para el previsible comportamiento de su colega español; la única forma de evitar su engaño y desactivar la posibilidad de un relato falseado es reunirte con él en un espacio público y concurrido, no dirigirle la palabra y no hacer ningún gesto de aprecio a su persona o a su mensaje. Creo que el método ya se recoge en Wikipedia como hacer un biden.

Porque, volviendo a la referida Conferencia, una vez más Sánchez ha montado un numerete para su mayor gloria; les ha dicho que esta vez sí que va a hacer lo que ya tenía que haber hecho respecto al avance en la vacunación, y que, en su magnanimidad, les va a dar lo que en realidad es de ellos y de todos los españoles, es decir, los fondos europeos.

Efectivamente, conviene que no olvidemos, por un lado, que más de la mitad del dinero que nos va a llegar por vía de subvenciones formará parte de las aportaciones españolas al presupuesto comunitario y, por otro, que los 71.600 millones de posibles préstamos tendrán que ser devueltos en los ejercicios venideros. En definitiva, que los fondos salen de los impuestos, actuales y futuros, de los españolitos y no de un saco mágico que, como en la novela de Ángel Palomino, exprima nuestro peculiar César de Papel.

Por eso, en esta o en otras reuniones, directamente o de soslayo, se van colando las sucesivas subidas de impuestos, que siguen recayendo en el reducido número de personas físicas y jurídicas que son contribuyentes netos. El gobierno, por otro lado, no contempla contrarrestar las nuevas partidas con austeridad u ahorros en otros gastos. No tienen apuro en que para estos contribuyentes la carga se incremente día a día y terminen soportando, como le pasaba al ganadero que todas las mañanas levantaba en brazos su ternero, un toro de 600 kilos.

Pero no pasa nada; estamos de vacaciones y tenemos olimpiadas para distraer nuestro descanso. Olvidémonos de asuntos desagradables y asumamos -¡qué grande Mortadelo!- que en Tokio o en Salamanca, con bayeta o con estropajo, nos limpiarán la cartera con el habitual desparpajo.

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