La nueva estrella del independentismo

Sílvia Orriols

Para celebrar el 1 de mayo me fui no a una manifestación sindical, sino a ver a la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, que se presenta con el partido ultraindepe y antiinmigración Aliança Catalana.

En efecto, me desplacé hasta Tarragona para verla hablar in situ. Era el primer mitin fuera de su zona de confort. Hasta ahora había intervenido solo en su Ripoll natal o en localidades de Gerona como Olot.

Tarragona, en cambio, era la primera capital de provincia en la que intervenía. Además, tiene mala fama. Junto a Barcelona se la sitúa en Tabarnia, aquel territorio mítico que se desgajaría de Cataluña en caso de independencia.

La ciudad tiene, sin embargo, problemas de inseguridad ciudadana. De hecho, el primer orador del acto, Jordi Borràs, que va cuarto en la lista, lo puso de manifiesto. Habló más de inmigración que del proceso.

Recordó que su madre, aquejada de alzheimer aunque todavía en un grado leve, tuvo una pollería durante 50 años en el mercado. Ahora le dice que, cuando va por la calle, no se siente segura. El público que llenaba la sala, unas doscientas personas, asentía.

El segundo de la candidatura, Alexandre Christensen, economista de profesión, se quejó de Puigdemont. Un día se lo encontró en el aeropuerto de Gatwick y ya le dijo que siguiera adelante. «Hicimos todo lo que nos pidieron los políticos», afirmó respeto a las movilizaciones masivas antes del 1-O.

Mientras que la cabeza de lista por Tarragona, Aurora Fornós, manifestó que «Cataluña se va al garete». «A veces, por la calle, no sé donde estoy», añadió en alusión al elevado porcentaje de inmigración en algunos barrios. «Esto ya no es Cataluña», insistió.

Abogada de profesión, afirmó que había que empezar por la escuela porque hay que recuperar el «respeto, los valores y el orden». Cosa en la que hasta yo puedo estar de acuerdo. Y sé de lo que hablo: mis hijos fueron a la pública. Qué daño ha hecho el progresismo malentendido en el sistema educativo.

Pero, por supuesto, la que acabó de calentar el auditorio con un discurso de doce minutos fue la alcaldesa de Ripoll. Déjenme decirles que Sílvia Orriols tiene madera de líder. No me lo tomen a mal. Ni siquiera como una muestra de inclinación política.

Para hacer de entrenador de un equipo de fútbol o presidente de una comunidad de vecinos o incluso de padre, también se necesitan dotes de liderazgo y organización.

Aunque obviamente, en este caso, hay algo más porque es un cargo electo. Y no lo tuvo fácil. Sílvia Orriols empezó en las elecciones municipales del 2019 cuando Ripoll era un feudo de Junts con más del 40% de los votos.

Lo hizo con las siglas de un partido histórico, el Front Nacional de Catalunya. Pero se peleó con ellos y fundó su propia formación: Aliança Catalana. En la anterior legislatura estuvo sometida a un cordón sanitario del resto de grupos municipales.

Quizá por eso pasó de 500 votos, menos del 10%; a 1.400 y un 30%. Seguramente lo que más valora su electorado es que no se corta un pelo y tiene las ideas claras. Dice lo que la gente quiere oír en materia de inmigración.

Por eso, antes de empezar, mientras aguardaba en un asiento a primera fila, se me acercó uno de sus hombres de confianza y le pregunté:

– ¿Entraréis?
– Sí, pero no sé cuando.

Porque la convocatoria electoral anticipada les ha pillado, como a todos, por sorpresa. Tenían previsto presentarse, aunque confiaban tener todavía un año o más para preparar el terreno.

Luego, durante el mitin, pregunté a una pareja de mediana edad que tenía sentados al lado. Eran ex votantes de Junts. E incluso de Solidaritat, el partido independentista por el que se presentó Laporta, el actual presidente del FC Barcelona. Lo que puede indicar por donde van los tiros.

Tienen en contra, en cambio, que el votante de Ripoll no es el de Cornellà. Cataluña es muy diversa. Y previsiblemente en el área metropolitana de Barcelona lo tienen mucho más complicado.

También la hostilidad de la inmensa mayoría de medios de comunicación. Lo mismo les pasaba a los de Vox. Lo que ocurre es que, como el partido de Abascal es ahora cuarta fuerza política, no tienen más remedio que sacarlos en la cadena pública o en La Vanguardia.

A favor tienen una cosa: si en Ripoll han sacado seis concejales con un 13,5% de inmigración oficial -aunque siempre es más- … ¿qué pueden sacar en otras localidades catalanas donde supera el 20%? Lo veremos en las próximas elecciones autonómicas. Y, si no, en las municipales.

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