No hay libertad con 60 presos políticos en las cárceles
Cuba será una dictadura bananera mientras el Gobierno del país tenga como apellido la palabra Castro. Los más de 60 presos políticos que habitan en las cárceles de la isla son la vergüenza de un régimen decidido a abrirse al negocio capitalista al mismo tiempo que reprime con dureza la disidencia política. De hecho, la visita de Obama ha tenido más de viaje de negocios que de evento político. Sólo hace falta ver la actitud de Raúl Castro durante la rueda de prensa conjunta con el presidente de Estados Unidos. El pasado fin de semana, miembros del Ejército detenían a más de 50 opositores. Este lunes, sin embargo, el dictador cubano ha desafiado a un periodista negándole la existencia de presos políticos. Un insulto a la inteligencia y un ejercicio de cinismo lacerante.
Barack Obama debería de haber exigido de un modo más rotundo la liberación de todas las personas que están encerradas por sus ideas, principio inexcusable para conquistar un verdadero estado democrático. Lejos de eso, el líder del país más poderoso del mundo se ha limitado a decir de forma tibia que el futuro de Cuba «debe decidirlo su gente». Una boutade tan cierta como vacua, que resume la esencia de un producto de marketing hecho político. Obama ha terminado de enterrar en La Habana su famoso «Yes, we can», para dejarlo en el «Maybe, who knows?» que ha resumido gran parte de su mandato.
Al aceptar los desaires de Raúl Castro, que ni siquiera fue a esperarlo al aeropuerto, el estadounidense ha colaborado con la propaganda cubana, deseosa de aparentar que sus mandatarios no inclinan la cabeza ante el sempiterno enemigo. Tras esta visita, Cuba refuerza aún más su apertura capitalista pero sigue con suspenso total en la garantía de las libertades fundamentales del individuo. Obama ha desperdiciado la ocasión de acelerar un cambio histórico para la isla y propiciar así que sea un lugar más parecido a Miami que a otras ubicaciones opresoras y pseudocomunistas como Shangai, en China.