De un miserable como Pablo Iglesias puede esperarse eso y mucho más

De un miserable como Pablo Iglesias puede esperarse eso y mucho más

Ya estaba tardando Pablo Iglesias en terciar en el asunto del policía que estuvo tres años infiltrado en el movimiento anarco-independentista de Cataluña y que ha sido denunciado porque, pese a mantener relaciones sexuales consentidas, eso, según las mujeres denunciantes, supone «violencia sexual institucionalizada». El caso, instrumentalizado hasta la náusea por la izquierda radical y los separatistas, no da para mucho, salvo que los querellantes entiendan que lo que es delito es ser policía y no confesarlo, un absurdo dado que el trabajo del policía consiste, precisamente, en captar información sin desvelar su identidad para evitar la comisión de delitos.

Pablo Iglesias tenía que dar la nota y ponerse del lado de las ‘anticapitalistas’ que se han querellado contra el policía, pero lo ha hecho recurriendo, según él, a una conversación figurada. Iglesias ha relatado cómo, cuando era vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Asuntos Sociales y Agenda 2030, propuso al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, infiltrar a policías en el PP para que se «follen» a políticos como «Ayuso, Feijóo, Casado, Cospedal y Margallo» porque «estos corruptos de mierda cantan La Traviata en la cama». Luego ha tratado de aclarar que esa conversación con el ministro del Interior realmente nunca se produjo, sino que lo que buscaba con esta simulación era mostrar lo que se ha hecho con «colectivos sociales de izquierdas».

Vamos a ver, Pablo. Que esa conversación con Marlaska no existiera y hayas relatado una escena imaginaria para cargar de forma abyecta con el PP vertiendo gravísimas acusaciones -de juzgado de guardia- contra sus dirigentes y destilando un machismo vomitivo no significa que tu supuesta recomendación a Marlaska no guarde relación con las recomendaciones -nada imaginarias- que le hiciste en su día al chavismo. Se parecían mucho a tu relato de ahora, con la diferencia de que aquello no fue ninguna broma, sino una realidad constatable. Has vuelto a retratarte como un auténtico miserable.

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