Menos excusas, más autocrítica

Menos excusas, más autocrítica

El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) ha tenido demasiada categoría y reputación como para tener que recurrir ahora a las excusas con el fin de justificar sus errores. Las evidentes deficiencias en el seguimiento del imán de Ripoll no se solucionan echando la culpa a la Policía. Es evidente que el CNI se equivocó claramente al ignorar que Aldelbaki Es Satty preparaba un atentado, especialmente porque era su confidente. El error tiene varias gradaciones de las que hay que aprender y que no pueden servir de arma arrojadiza entre agentes de la Inteligencia y agentes policiales. Más que nada porque las culpas compartidas y las acusaciones cruzadas nunca solucionan ningún problema. Sólo la autocrítica y el análisis sosegado de por qué sucedió pueden evitar que vuelva a ocurrir.

Nadie pone en duda la gran labor que nuestros espías y agentes hacen en todo el mundo para que la amenaza yihadista nos toque lo menos posible. De hecho, siempre ha sido una prioridad para el director de La Casa, el general Félix Sanz Roldán. Los medios técnicos y humanos empleados por el general han dado sus frutos, eso es incuestionable. Mientras países de primerísimo nivel como Alemania, Gran Bretaña o Francia han sufrido ataques en el corazón de sus respectivos territorios a lo largo de los últimos años, España había conseguido evitar esta lacra desde los infaustos atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Logros que, obviamente, no pertenecen al terreno de la casualidad, sino que se deben a un trabajo denodado por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado dentro de España y de los profesionales del CNI más allá de nuestras fronteras.

Nuestra Inteligencia tiene agentes desplegados allí donde el Estado Islámico se hace más fuerte: África y Asia. Y es allí justamente, sobre su terreno, donde hace una labor fundamental para evitar ataques como el que dejó 16 muertos y más de 120 heridos en Barcelona y Ripoll. No obstante, es evidente que algo ha fallado en esta ocasión. Las acciones terroristas de Es Satty pasaron desapercibidas a pesar de estar fichado desde 2002 —el CNI propició su residencia además de una cantidad de dinero por colaborar con ellos—. Operaba con una decena de salafistas y, además, tenía un centro de operaciones tan llamativo como el chalé de Alcanar. El CNI tendría que haber detectado las actividades de este radical o la de algunos de sus acólitos, averiguar la pista que hubiera desmantelado este escuadrón de la muerte. Por eso ahora es momento de reflexionar y ser honestos con los errores, no de lanzar culpas para evitar responsabilidades. Más que nada porque, además, esa táctica suele ser un bumerán de rápido retorno.

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