María Jesús Montero ha distraído a todos

Montero

En España sólo deberíamos estar hablando de que, obedeciendo las instrucciones de Donald Trump, Pedro Sánchez se ha comprometido con Ursula von der Leyen a incrementar notablemente nuestro gasto en defensa, cuando ni siquiera es capaz de aprobar unos presupuestos y sus socios de coalición están pidiendo que nos salgamos de la OTAN mientras lucen camisetas con el eslogan «No a la guerra».

Tendríamos que estar discutiendo acerca de los vientos de guerra que nos llegan desde el norte, mientras que, desde el sur, miles de inmigrantes ilegales invaden nuestras fronteras sin que estemos tomando ninguna medida para revertir esta situación. Nos correspondería estar analizando las terribles consecuencias de mantener un gobierno tan débil que no tiene más remedio que plegarse a las exigencias de unos socios, comunistas, independentistas, proetarras y golpistas, cuyo interés principal, tantas veces manifestado, es poner fin a la unidad de España. Pero estamos discutiendo de la presunción de inocencia.

Me daría una vergüenza infinita pensar que pudiera ir destinado a mí el enloquecido discurso que la vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero, dirigió a las cámaras de televisión y a los afiliados presentes en el Congreso Provincial del PSOE de Jaén, gritando como una desquiciada y soltando la barbaridad de: «Qué vergüenza la sentencia de Dani Alves, después de lo que nosotras hemos luchado por la igualdad y los derechos de las mujeres, que la presunción de inocencia esté por encima de la declaración de una mujer que se haya enfrentado al poder es una vergüenza».

Pero no me cabe la menor duda de que la ministra no me pretendía convencer a mí con su soflama y ni siquiera creo que ella dijera algo que realmente piensa. Porque me parece imposible que una ministra que ha sido capaz de sacarse la carrera de medicina, aunque jamás haya ejercido como médico y sólo haya trabajado en política, ignore el desatino jurídico que estaba soltando.

María Jesús Montero lleva casi 40 años haciendo política desde que, con apenas 20 años y sin haber salido aún de la universidad, la colocaron en su primer cargo. En la Junta de Andalucía de los condenados Chaves y Griñán ha sido consejera de Sanidad y más tarde de Hacienda, hasta que Pedro Sánchez la ascendió a ministra y vicepresidenta, además de hacerla vicesecretaria general del PSOE y ahora candidata socialista a presidenta de la Junta.

De ninguna manera María Jesús Montero es la analfabeta ignorante que dice el popular Xavier García Albiol, dejándose engañar por sus fingidas maneras de choni poligonera y su impostado y exagerado acento andaluz. La ministra de Sánchez es una profesional de la política que finge ser lo que ella piensa que quieren sus votantes. Y dice lo que sabe que es una tremenda barbaridad, porque es lo que Pedro Sánchez le ha ordenado que haga para que nos distraigamos con ese entretenimiento y nos olvidemos de lo verdaderamente importante.

Llevamos 72 horas discutiendo la boutade de si la presunción de inocencia de un hombre puede prevalecer por delante de la declaración sin pruebas de una mujer. Y con esa tontada, ya nadie se acuerda de que una juez de Badajoz está sacando a la luz las pruebas que demuestran que una institución socialista colocó a dedo al hermano de Pedro Sánchez para que cobrara un sueldazo sin dar ni un palo al agua.

Nos hemos olvidado de que otro juez está demostrando que la influencia de Pedro Sánchez se utilizó para que su mujer dirigiera una cátedra sin haber cursado estudios universitarios. No importa que Sánchez tenga imputado a «su» fiscal general, a su mano derecha y al que le guardaba los avales. Ni siquiera tenemos tiempo para acordarnos de que Sánchez va a repartir los menas siguiendo las instrucciones del prófugo Puigdemont, a quien ha prometido que antes del verano Conde Pumpido va a conseguir que se le aplique la amnistía por siete votos contra cinco.

No importa la corrupción. Nadie se acuerda de las divisiones dentro del Gobierno ni de su debilidad parlamentaria. Y todo porque María Jesús Montero es una tremenda profesional de la política que, gritando como una arrabalera, ha atraído todo la atención hacia ella, prestando un servicio que Pedro Sánchez sabrá agradecer como merece.

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