La mano derecha de Putin y los intereses permanentes

La mano derecha de Putin y los intereses permanentes

La mano derecha de Putin, no la política, sino la extremidad superior de su cuerpo, se ha convertido en noticia para no pocos medios audiovisuales y para las redes sociales, como la prueba de que padece problemas serios de salud durante esta «operación militar especial» que ignoramos la denominación que tendrá ahora para el Kremlin tras la movilización efectuada. A juicio de esos «analistas», la importancia del hecho deriva de que esos presuntos problemas clínicos estarían detrás de su conducta en Ucrania y, en todo caso, serían anuncio de su próxima defunción. Incluso se llegó a argumentar en apoyo de esa hipótesis, la similitud de la mano derecha del líder ruso con la de Isabel II dos días antes de fallecer, cuando recibió a la nueva y efímera líder tory para encargarle que formara gobierno. Por cierto, esa foto está ya en la Historia como la última instantánea de Isabel II como reina, retratando a la mujer más longeva en el desempeño de una responsabilidad pública, con otra mujer Liz Truss, la más fugaz en similar función. No como reina obviamente, pero sí como primera ministra, los dos principales referentes políticos en la Gran Bretaña. Son llamativas curiosidades que quedan registradas en el anecdotario histórico de Reino Unido, que no parece que acabe de levantar cabeza desde que decidió la salida de la UE con el polémico Brexit. Finalmente, Boris Jonhson se retira de la carrera por la sucesión, lo que ha evitado que se hubiera hecho realidad la frase de que «en ocasiones, lo sublime se confunde con lo ridículo».

Volviendo a Rusia, Ucrania y Putin, sabido es que la primera víctima de la guerra es la verdad, y eso no debe olvidarse al analizar lo que sucede, donde a Putin le dan por muerto o gravemente enfermo a la vista de su mano derecha, en ocasiones temblando y otras veces con un claro hematoma o aparentes varices.

El contraste del tratamiento informativo dado respecto al de su homónimo estadounidense Biden resulta «llamativo», por decirlo suavemente, a quien apenas se le cuestiona su capacidad para liderar la primera superpotencia del mundo y obviamente lo que sucede en Ucrania, pese a las reiteradas imágenes y grabaciones suyas que provocan gran sorpresa y preocupación. No es una diferencia menor en todo caso entre ambos, que los norteamericanos van a poder votar el próximo día 8, segundo martes de noviembre, en unas elecciones donde Biden y Trump no se presentan, pero son los grandes protagonistas sometidos a examen. Que sepamos, tampoco han votado los más de 1.400 millones de chinos a Xi Jinping, que presuntamente depura a su predecesor con una técnica desconocida, al menos hasta ahora.

Es la diferencia esencial entre un régimen comunista tan singular como el chino, un sistema económico capitalista sobre la base de «un Estado, dos sistemas», y uno democrático y liberal, como los EEUU. Entre ambos, pero sin duda más cercano al de China, se encuentra la actual Rusia que, aunque no es ya la URSS, mantiene con Putin tics autoritarios demasiado acusados. Pero su posición sobre Ucrania no es ni comunista ni democrática, sino propia de la pérdida de su condición de superpotencia, que añora recuperar y que exige de la existencia de una zona de influencia en sus fronteras. Para demostrarlo, basta recordar el caso de los misiles de Cuba de estas mismas fechas de 1962 que ya hemos glosado, y que el propio Biden ha traído a la actualidad para referirse al riesgo de un conflicto nuclear. Kennedy, sin duda, no era comunista, pero reivindicó implícitamente de forma clara y rotunda el «derecho» a su zona de influencia, en línea con la doctrina Monroe de «América para los americanos». ¿Alguien duda de la respuesta estadounidense si le colocaran bases chinas o rusas en su frontera con Mexico, al sur, o con Canadá, al norte? Ya lo dijo Lord Palmerston, canciller británico de mediados del siglo XIX, con la Gran Bretaña en la cumbre de su poder imperial: «Inglaterra no tiene amigos ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses permanentes». Pues eso es lo que está en disputa en Ucrania.

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