Un Madrid de siete estrellas

La semana pasada cité en mi artículo sobre los exilios provocados por los “hunos” y los “hotros” en la Guerra Civil y la dictadura al viejo socialista José Prat, que había sido subsecretario de Presidencia con Juan Negrín durante la contienda española, y a quien conocí en mis lances de periodista cultural como presidente del Ateneo de Madrid en los años 80 del siglo pasado.
No por casualidad su nombre salió de nuevo a relucir dos días después de mi artículo durante el acto de celebración, en la Real Casa de Correos, del 40 aniversario del Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Madrid, aprobado un 25 de febrero de 1983.
El entonces senador José Prat fue, por ser el de mayor edad, el presidente de la asamblea de parlamentarios y diputados provinciales que aprobó el anteproyecto de Estatuto madrileño. Así lo recordó en el acto conmemorativo del pasado viernes el alcalde Juan Barranco, que fue precisamente uno de los ponentes del futuro texto autonómico.
A nadie le pasó inadvertida la emoción con que Barranco recordó la solemne sesión de la citada asamblea un 26 de junio de 1982, en la que se dio el visto bueno al anteproyecto que se remitiría finalmente a las Cortes. Fue en el castillo de Manzanares el Real, a la sombra de la imponente Pedriza, con representantes de todos los partidos con representación parlamentaria.
En el acto celebrado en el histórico caserón de la Puerta del Sol, sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid, intervino también Joaquín Leguina, el primer titular o “padre de nuestra autonomía”, como lo llamó afectuosamente la actual presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso.
Leguina comenzó su intervención defendiendo, por enésima vez, la letra del himno regional y la bandera de las siete estrellas, las principales de la Osa Mayor, que corona la sierra de Guadarrama, y de cinco puntas por ser las provincias que lindan con Madrid -y no por ser las del Vietcong, antes bien, como le dijo un diplomático norteamericano, las de la enseña de Estados Unidos. Letra y bandera que se deben a dos poetas, Agustín García Calvo y Santiago Amón, respectivamente.
El primer presidente de la autonomía madrileña hizo gala de su más que probado ideario democrático repartiendo a derecha y a izquierda los méritos por lo conseguido en estos cuarenta años de gobiernos autonómicos en Madrid, sin olvidar por supuesto sus propios logros, pero también los de Alberto Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre o la propia Ayuso.
Los sonoros aplausos de los asistentes por esta genuina manifestación de “fair play” por parte de Leguina contrastaban con las caras demudadas de quienes ignoran los más mínimos principios de la cortesía en política.
Ayuso fue la encargada de retratar los cambios protagonizados por Madrid en sus cuatro décadas de autonomía. Una región en la que la población ha crecido, en todos estos años, el doble que la media nacional, prueba de que Madrid se ha convertido en un lugar de oportunidades para decenas de miles de familias de toda España y del mundo entero.
Nuestra Comunidad ha pasado de tener 18 hospitales públicos a tener 35, y de 1.200 centros educativos a casi 2.000. Ha multiplicado por tres los kilómetros de Metro, extendiéndolo hasta el sur de la región. Lo que ejemplifica la constante mejora de sus servicios públicos, que están a la cabeza de España.
Pero el avance más espectacular ha sido el de la economía y la prosperidad de las familias madrileñas. Ayuso recordó que en 1981 nuestra región representaba el 14% del PIB español, mientras que hoy aporta el 19,3% de la riqueza nacional. “Cinco puntos más. Ya somos la primera economía de España. Ninguna otra comunidad autónoma puede presentar datos parecidos. Nadie ha crecido tanto”, afirmó la presidenta regional.
Lo mismo ha sucedido con la renta per cápita. “En 1980 el País Vasco, Navarra y Cataluña lideraban este indicador. Hoy, los madrileños son los españoles con mayor renta. Nada de esto es espontáneo. Todo es fruto de una política económica libre, abierta y orientada a la prosperidad”, aseguró Ayuso.
Aquí puso la presidenta regional el punto en una cuestión clave del éxito de la autonomía madrileña. Madrid asumió su papel en la España autonómica con el propósito de “servir a los madrileños, pero también al conjunto de la nación”. Y así lo expresa el artículo 1.1 del Estatuto, como recordó: Madrid se constituye en región autónoma “en expresión del interés nacional”.
La lealtad a ese principio impregnó el Estatuto madrileño desde sus primeros borradores, y en ello tendría algo que ver también que la mayoría de sus ponentes no fueran de Madrid, empezando por José Prat, presidente de la asamblea que redactó el anteproyecto, que era manchego.
Acudí este fin de semana a la hemeroteca de mi viejo Abc para rastrear, en ese primer borrador de la Historia que es el periodismo, las noticias de aquellos primeros pasos de la autonomía a cuyos ciudadanos sirvo hoy como diputado del Partido Popular.
Tuve la grata sorpresa de encontrarme precisamente una entrevista a José Prat realizada en el día, 29 de junio de 1982, en que se presentó a las Cortes el anteproyecto de Estatuto. La pieza está firmada por mi admirada Marichari González-Vegas, toda una institución en el periódico centenario.
España estaba entregada entonces a su Mundial de fútbol, a tal punto que Marichari dejó caer en la entrevista que los miembros de la asamblea de parlamentarios se apresuraron a dejar listo el anteproyecto del Estatuto un día antes de su aprobación en el castillo de Manzanares el Real porque no querían perderse el partido de ese viernes de España contra Irlanda del Norte, que acabaría con derrota española por 1-0.
El viejo socialista hacía en aquella entrevista afirmaciones que, cuarenta años después, resonarían también en las palabras de una política liberal como Ayuso durante la celebración del aniversario del Estatuto. Prueba de que, más allá de las posiciones políticas, el interés de España ha de prevalecer como objetivo común. Una lección de auténtica memoria de nuestra democracia.
Aquí dejo las palabras pronunciadas entonces por don José ante Marichari González-Vegas, sin más comentario, que las cosas sabias y bien dichas no suelen merecerlo:
“El sentido de las autonomías es encontrar la armonía entre el desarrollo de las fuerzas propias y la necesaria solidaridad de la nación española. No cabe pensar el desarrollo egoísta propio, con daño del legítimo interés de los demás”.
En Madrid, la región más solidaria de España, lo sabemos y lo practicamos.