Opinión
Candilazos

Hay que botarlo

Nunca antes, y en tan breve espacio de tiempo, un presidente del Gobierno en España había mostrado tal nivel de cinismo defendiendo una postura en la oposición y abrazando luego la contraria desde su poltrona de La Moncloa. Pedro Sánchez también posee este récord dramático. Una impudicia y una veleidad que definen al personaje y que, además, lo inhabilitan para continuar llevando las riendas del país tras el próximo 28-A. Su efigie es ya el mayor peligro al que se enfrentan la prosperidad económica y la unidad de la nación.

Un candidato que ha sido capaz de traicionar al constitucionalismo negociando con el supremacista Quim Torra una lista de concesiones en la ya triste rendición de Pedralbes. Un candidato que otorgó a los separatistas catalanes un reconocimiento de bilateralidad, con la aceptación de la figura del “relator”, que ni ellos habían proyectado en sus mejores sueños. Un candidato que está dispuesto a acometer la injerencia más cobarde del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial desde el indulto a Alfonso Armada en 1988: misma gracia para los golpistas catalanes. Un candidato que veía delito de rebelión de Oriol Junqueras y cía y sólo cinco meses después —tras la moción de censura— lo negaba.

Un candidato que ha puesto las instituciones públicas al mero servicio de su partido, con ciertos gestos autoritarios más propios de dictadorzuelos bolivarianos que de una democracia consolidada como la nuestra. Un candidato que ha llevado al CIS a su mayor crisis de credibilidad como laboratorio estatal de encuestas. Un candidato que no tuvo el más mínimo reparo en colocar a su sociólogo de cabecera, Pinocho Tezanos, al frente de este organismo, sin haber dejado siquiera su puesto en la Ejecutiva del PSOE.

Un candidato que prometió renovación, imparcialidad y transparencia en TVE y que ha convertido el ente público en TeleChávez. Un candidato que de la mano de la socialista Rosa María Mateo, la administradora única puesta a dedo, ha hundido su audiencia hasta unas cifras vergonzantes (los telediarios cosecharon en marzo el segundo peor dato de su historia). Un candidato que se ha negado a tener un cara a cara electoral con el líder de la oposición 26 años después de que Felipe González aceptara el primero.

Un candidato que ha llevado su hedonismo hasta el abuso del Falcon y el Airbus presidenciales, dos aeronaves del Ejército del Aire pagadas por el contribuyente. Un candidato que prometió prescindir de quien tuviera una sociedad interpuesta para eludir impuestos, pero que ha bajado su listón para mantener en el cargo a más de un ministro abrasado. Un candidato que ha gobernado a base de reales decretos, incluso tras disolver las Cortes, menospreciando al Parlamento. Un candidato que ha dilapidado la recuperación, frenando el empleo y el crecimiento y elevando la deuda. Al Señor Avión hay que echarlo, hay que botarlo.