¡A grandes males, grandes remedios!
Para estos papelones, como la presentación de la Proposición de Ley para el establecimiento de gravámenes temporales energéticos y de entidades de crédito vienen muy bien los diferentes registros de Patxi Lopez. Por algo el vizcaíno es considerado, con casi unanimidad a derecha e izquierda, uno de los actores más mendaces e incongruentes de la política española; y a un personaje con esas cualidades y un brutal sectarismo no podía desaprovecharlo Pedro Sánchez. Atrás quedan las cuitas de las primarias de 2017 en las que seguramente hubo mucha pose para hacerle la cama a Susana Diaz.
En la referida propuesta de ley, las 16 páginas de la exposición de motivos (parte de los textos legales que este gobierno utiliza como las aspiracionales consignas de la revolución cubana) son un compendio de falacias y de tendenciosas interpretaciones que tratan de justificar lo injustificable, que viene a ser lo siguiente: como no soy capaz de enderezar la economía y evitar el empobrecimiento que el incremento de precios está generando, culpabilizo a Putin, le meto la mano en la cartera a los bancos y las eléctricas, que son los malos oficiales, y ya reparto yo la guita con la fanfarria que acostumbro.
Créanme que esa es la vocación inconfesable de una medida, que, además de injusta, es completamente inútil. Porque, vamos a ver, nuestra economía además de sus limitaciones estructurales enfrenta ahora dos problemas graves, y con este tributo no solucionas el primero, que es la inflación, y agravas el segundo que es la inevitable caída de la actividad económica.
Para terminar de hacer política se enfangan en un montón de disquisiciones sobre el dinero que ganan estas entidades, las ayudas que les han dado y sus comportamientos poco edificantes, para acabar prohibiéndoles que repercutan este tributo a sus clientes. Utilizan medias verdades para construir una mentira, que de grande que es se convierte en invisible e inatacable, porque en realidad las eléctricas y los bancos no tienen más rentabilidad que otras empresas, no reparten más dividendos y soportan, por ser sectores muy regulados, numerosas restricciones operativas y financieras. Bien saben ellos que no van a poder impedir que, de una forma o de otra, hagan con su gestión y su cuenta de resultados lo que quieran; y, como ocurre en los contratos con las cláusulas limitativas de los fundamentales derechos de propiedad, esas restricciones son puro voluntarismo y se tendrán por no puestas. Pero, como decía Nietzsche, la verdad tiene menos valor que la ilusión.
Ya puestos, lo que debían hacer es expropiar los bancos y las eléctricas, o mejor, expropiar el IBEX entero. Con esta vuelta de tuerca demuestran que ya están maduros para el madurismo. Propias del chavismo más rancio son las medidas que nos están embaulando, que son consecuencia a partes iguales de su incapacidad y de su populismo manipulador. Y no son los peores los ministros podemitas, de los que no esperamos nada, sino que los supuestamente más preparados son los que terminan adoptando soluciones más simplistas e ineficaces.
Seguro que tienen otra batería de pautas de éxito asegurado para acompañar al sincorbatismo como gran medida de ahorro energético. Convocaran súperferolíticos consejos de ministros para terminar pidiéndonos que ahorremos electricidad y que combatamos el calor saliendo a tomar el fresco y caminando por la sombra. Cuando viajas a La Paz aterrizas en el aeropuerto de El Alto que está a la friolera de 4.100 metros. Al salir del avión te entra un terrible mal de altura (el soroche que dicen los bolivianos), te mareas y te duele la cabeza, y hasta te reverbera la vista con una luz cegadora. A la espera de tomarte un reparador mate de coca los paceños te ofrecen un remedio que aportamos a la ministra Ribera: “Comer poquito, andar despacito y dormir solito”. La verdad es que con esta tropa uno se va tranquilísimo de vacaciones.