Un fracaso personal y colectivo
La dimisión de Carolina Bescansa supone un rotundo fracaso tanto por parte de la diputada como del propio partido. La responsable de Análisis Político de Podemos ha sido incapaz de afrontar el difícil momento que vive su formación. Los contextos de crisis miden la talla de los verdaderos líderes y la cofundadora de los morados no ha estado a la altura. Se limita a hacer mutis por el foro ahora que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón han recrudecido su lucha fratricida por el control del partido. Demuestra así estar desprovista de las actitudes y aptitudes necesarias para ocupar un cargo de responsabilidad en la vida pública. Algo que tampoco extraña en exceso si tenemos en cuenta que Bescansa siempre ha estado cómoda como parte activa de ese show populista que tanto desvirtúa la verdadera esencia de la política. La aparición en el Hemiciclo con su bebé en brazos quedará para siempre como uno de los momentos más surrealistas —y con preocupantes tintes machistas— de toda la historia de la Cámara Baja.
Una actuación que remató de manera grotesca cuando en un tuit comparó la presencia de su hijo en el Congreso con la de la Reina de España y las infantas en la apertura de la XII Legislatura. Por si fuera poco, Bescansa siempre ha estado bajo la alargada sombra de la sospecha por su estrecha relación con la Venezuela chavista. Una mujer que personaliza el fracaso colectivo en el que se ha convertido Podemos. Cuando falta poco más de una semana para Vistalegre II, el partido que dirige Pablo Iglesias concatena escándalo tras escándalo. Como les ha contado en exclusiva OKDIARIO, la presidenta del Comité de Garantías, Gloria Elizo, cobra 1.800 euros al mes en concepto de desplazamiento a pesar de tener casa en Madrid.
Mientras tanto, en un alarde de dictadura interna, purgas constantes despejan de disidentes el camino de Pablo Iglesias de cara al próximo congreso. Incluso el «independiente» Juan Carlos Monedero —siempre mucho más dentro que fuera— comparte su tiempo libre entre medrar contra Errejón y pedirle disculpas a Albert Rivera por insinuar que el líder de Ciudadanos se drogaba. Es la imagen de desquicie en un partido que está en pleno proceso de derrumbe y que acabará como un solar por la ambición de todos sus dirigentes. Poco ha durado en pie la Casa de la Pradera populista. Tan poco como han tardado en tener contacto con el poder.