Fracaso del 8M: es lo que pasa cuando el feminismo totalitario se apodera del Día de la Mujer

Fracaso del 8M: es lo que pasa cuando el feminismo totalitario se apodera del Día de la Mujer
Fracaso del 8M: es lo que pasa cuando el feminismo totalitario se apodera del Día de la Mujer

Las manifestaciones y concentraciones del Día de la Mujer se sucedieron este 8M en distintas localidades españolas en un número bastante inferior que el de años atrás. Puede afirmarse que fue un fracaso de participación, no sólo porque coincidiera en día laborable, sino, sobre todo, porque el feminismo más reaccionario se ha apoderado lamentablemente de una celebración que se ha visto politizada hasta la náusea. La izquierda radical ha terminado por quebrar la unidad del feminismo, porque el ultrafeminismo que encarnan Podemos y sus afines ha querido imponer su visión más totalitaria. La calle es reflejo de esa fractura y este 8M es prueba evidente de la creciente desafección que el totalitarismo ideológico podemita ha causado en los actos nada multitudinarios de un Día de la Mujer tristemente descafeinado.

Tristemente, porque la defensa de los derechos de la mujer debería ser un objetivo no sujeto a las guerras partidistas, un acto de reivindicación transversal que concitara el apoyo de la sociedad en su conjunto. Y, sin embargo, la pretensión obsesiva del feminismo ultraizquierdista por llevar su lucha al terreno ideológico a través de una visión enfermiza del papel de la mujer, estereotipada burdamente de la forma más reaccionaria, ha provocado en sectores muy amplios de la sociedad española un evidente sentimiento de rechazo.

El fracaso del 8M es el fracaso de ese fanatismo que exhibe el feminismo ultradogmático que encarna el Ministerio de Igualdad de Irene Montero. Millones de mujeres de este país no se sienten concernidas por los dogmas y proclamas totalitarias de ese feminismo atrabiliario que está haciendo un daño infinito al movimiento feminista. Y es que no les mueve la lucha por los derechos de la mujer, sino imponer su perverso código de valores morales a una sociedad que se ha hartado de que el Ministerio de Igualdad les dicte su credo sectario y les imponga por la fuerza su manera de vivir y de pensar.

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