Feliz solsticio

feliz solsticio

Ya sabe usted que cuando hay que hacer una lista de países en el lado incorrecto de la historia sólo hay garantía de uno que siempre capitanea el mal: Irán. ¿Que Rusia decide invadir Crimea y Ucrania? Que no falte el soporte financiero de los Ayatolás. ¿Que Hamás comete la mayor matanza de judíos desde el Holocausto durante una etapa de paz más o menos duradera? No sin las redes de Teherán. ¿Que Pablo Iglesias necesita financiación para montar un partido político neocomunista? Pues también Irán, aunque aquí con cierto karma en el final del personaje. Podemos seguir con Alejo Vidal-Quadras, que está convencido de la autoría de su atentado, con cientos de grupos terroristas tribales de Oriente Medio o simplemente con la obviedad de que son el banco central del islamismo radical. Pero todo esto usted ya lo sabe.

En medio de esta discrepancia entre los que queremos vivir y los que tienen cierta afición por los que matan (curiosamente este paralelismo aplica también a varios socios de Gobierno de Pedro Sánchez), hace unos días la Embajada de Irán en España publicó un mensaje grabado de su embajador. El contenido era revolucionario, filofascista, pecado capital, contrario a la declaración de derechos del hombre, franquista, voxista, ayusista, provocador, machista, imperdonable, tramposo, grosero, execrable, condenable, impresentable, irreverente y, como poco, nos debería llevar a todos a una profunda reflexión colectiva sobre el tipo de sociedad neofacha que estamos construyendo. ¿Que cuál era el mensaje del embajador iraní? Se lo resumo en tres palabras: feliz Navidad cristiana.

En el momento en el que el principal espónsor del islamismo radical tiene más respeto por la tradición religiosa de España que el presidente de… España, podríamos empezar a sospechar que quizás nos gobierna alguien que nos odia, pero imagino que eso lo tenemos asumido desde hace tiempo.

Llevamos años soportando que la izquierda banalice la cristiandad de estas fiestas, cuya tradición social excede lo religioso sin que ello implique que se desvirtúe su significado original. Que agnósticos o ateos celebren el 24 de diciembre como fecha para reunirse con sus familias no responde a criterios abstractos, es la consecuencia de la tradición católica con la que tantas generaciones de españoles antes que nosotros se reunían en una cena que celebraba el nacimiento del niño Dios y con él los valores intrínsecos a la fe. Negar la relación entre estas fiestas y el cristianismo es como negar la relación entre la Muralla China y la China.

Que alguien carezca de fe, o tenga otra distinta al cristianismo, no cambia en absoluto que España sea un país de profundas raíces sociales y culturales católicas cuyo calendario social orbita alrededor del calendario religioso. Recordarlo no implica ofender a nadie: en cambio obviarlo sí es faltarle el respeto a los creyentes por serlo y a los españoles por una mera cuestión de respeto intelectual a su cultura y su tradición.

España no es un país que tenga una democracia militante, y mucho menos una fe obligada. Pero hay una diferencia abismal entre forzar a los ciudadanos a que profesen una religión (algo que no ocurría ni durante el franquismo) y lo que pretende ahora la izquierda, que es hacernos creer que es ofensivo celebrar expresamente la fe mayoritaria de los españoles por si acaso hay un porcentaje minoritario que prefiere creer en Mahoma o en Kim Kardashian antes que en la Virgen María.

Este odio a la Navidad de los cargos públicos que felicitan el solsticio de invierno en realidad esconde algo más profundo que el desprecio a la religión que profesan todos sus conciudadanos, es una paletada que muestra el asco que les produce la España que nos ha llevado hasta aquí: esa que consiguió convertirse en la nación más poderosa del mundo precisamente porque era de la que mejor emanaban los valores que se celebran en la Pascua.

El ridículo de la izquierda ha llegado a un punto en el que hasta el islamista más radical es capaz de felicitar la Navidad aludiendo a Jesucristo mientras Pedro Sánchez está más cerca de invocar a un dios azteca que de reconocer lo que pasó hace 2023 años en Belén. Me pregunto si lo que más odia es que Jesús fuera judío, que quizás; que los católicos le rezan a un Dios que no se apellida Sánchez Pérez-Castejón, que tal vez; o si simplemente es cuestión de odiar todo aquello que huela a España por sistema.

Llegados a este punto, ojalá sea lo último. A eso al menos nos hemos acabado acostumbrando.

Lo último en Opinión

Últimas noticias