¡España, traga!

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Vuelven las dos Españas, amigues. La España con o sin mascarilla, la de la rebeldía y la de la delación ¡vuelve la policía vecinal! Yo me la pondré, sobre todo para no importunar a los viejecitos y a los hipocondriacos, a los que el último decretazo de Sánchez les ha confirmado su delirio… Aunque, como saben, es incapaz de presentar un solo estudio científico que justifique la necesidad del uso de la mascarilla en exteriores. Al revés puede ser contraproducente porque desorienta a las personas sobre los verdaderos mecanismos del contagio y porque harta.

Por supuesto, estoy vacunada (y toda mi familia) pero me río mucho pensando que, dentro de unos meses, cuando todos hayamos muerto víctimas de extrañas dolencias producidas por los efectos secundarios de las vacunas, solo sobrevivirá Miguel Bosé y los que piensan como él.

Entre los negacionistas y los tragacionistas me caen muchísimo mejor los primeros, como todos los insurgentes en esencia me gustan más que los sumisos. ¡Qué gran negacionista hubiera sido yo si no llego a estar tan cuerda!

Y luego están los miedosos, los temerosos patológicos y esa gente que manifiestan un miedo incoercible a la muerte; lo cierto, amigues, es que, con o sin mascarillas, fumando, bebiendo o comiendo alfalfa, cantando, besando o aburriendo, todos vamos a morir sin pena ni gloria. Y esa idea es tan refrescante… ¡Acogeos a ella, lloricas!

En serio, ¿quién está más loco, los negacionistas o los tragacionistas?

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