Error tras error en la política económica del Gobierno

Política económica
Política económica

El Gobierno está noqueado. El presidente Sánchez trata de correr, en una huida hacia delante que le permita agotar la legislatura, ocupar el turno de la presidencia española en la Unión Europea en el segundo semestre de 2023 y confiar en que, para entonces, cambie la tendencia. Sin embargo, todo parece indicar que ese cambio de tendencia es cada vez más difícil y que la agonía del Ejecutivo irá incrementándose, porque la situación económica, más allá de que todavía se sostenga gracias a la situación anestesiada que se vive, con ingentes fondos públicos, puede, desgraciadamente, deteriorarse.

El problema no es ya la coyuntura, que también, sino el empeoramiento estructural que se está produciendo, motivado por la equivocada política económica del Gobierno, donde está haciendo mal prácticamente todo lo que tiene que hacer. El caso es que unas decisiones por creencia dogmática, otras por necesidad de pacto con sus socios y otras por cambios de criterio en el seno del propio Gobierno por carecer de una política económica ortodoxa, hacen que todas las decisiones sean siempre las peores posibles.
Así, se equivoca el Gobierno al no apostar por la energía nuclear, como Francia u Holanda, que incrementarán su planta nuclear. España, que podría ver en la nuclear una energía que abaratase costes e hiciese más competitiva a la industria y aliviase el sobrecoste para los ciudadanos, se une a la oposición a que la Unión Europea la considere como energía verde.
En salarios, tras la grave equivocación que supuso, desde que accedió al Gobierno Sánchez, la subida del salario mínimo de esa manera exponencial, insiste ahora en incrementarlo.

De la misma manera, quiere abrir una mesa de salarios, que puede terminar en consolidar unos efectos de segunda ronda que pueden derivar en una espiral precios-salarios. Tampoco ayudará la contrarreforma laboral, pues aunque no sea tan agresiva como se esperaba, el hacer que primen de nuevo los convenios sectoriales sobre los de empresa en materia salarial provocará un alza de salarios y precios.

Asimismo, insiste en el gasto público como elemento para impulsar la economía, bajo la esperanza de que el Banco Central Europeo va a mantener eternamente sus compras de deuda, olvidándose de lo peligroso que puede resultar ese endeudamiento sin límite, especialmente en unos momentos en los que parece que los tipos subirán a medio plazo en Europa y que dentro de unos años puede afectar al capítulo de pago de intereses de la deuda, por mucho que se haya alargado la vida de la cartera de deuda del Tesoro.

En términos tributarios, también se equivoca al empeñarse en subir impuestos, en homogeneizarlos entre regiones y en tratar de incrementar ocho puntos la presión fiscal. No lo conseguirá, pero empeorará la economía en todo lo que suponga una política fiscal contractiva por el lado de los impuestos. Del mismo modo, el alza de las cotizaciones a la Seguridad Social encarecerá la contratación, perjudicando al mercado de trabajo.
Las pensiones vuelve a ligarlas al IPC, eliminando el factor de sostenibilidad y poniendo en riesgo su viabilidad, pues el sistema ha de ser reformado para que sea viable, siendo esta medida un elemento muy negativo para el sistema.

A los autónomos pretende incrementarles sus cuotas de cotización de manera salvaje, con lo que expulsará a muchos del mercado, perderá cotizaciones y, con ello, también recaudación de un grupo que está siendo muy maltratado por el Ejecutivo.

Por otra parte, reformas estructurales no hace ninguna y confía sólo en los fondos europeos para lograr una recuperación que cada vez parece más distante; fondos que no se sabe si va a ser capaz de ejecutar, con lo que puede que nos quedemos con la deuda que generarán gran parte de ellos (la mitad) y con escaso impacto en el crecimiento, ya que podrían constituir un nuevo plan E.

Y, por último, se empeña en mantener unas previsiones económicas optimistas, superadas, irreales, que han quedado desfasadas, y que han enmendado la práctica totalidad de las instituciones que realizan previsiones económicas. Sólo en la mente de la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, se mantenía la idea de que España había crecido un 6,5% en 2021 y que lo hará un 7% en 2022, cuando el crecimiento económico ha ido perdiendo fuerza, con una rebaja muy importante del propio INE en sus datos de avance del primer y segundo trimestre, especialmente de este último, con rebajas de previsiones del Banco de España, la Comisión Europea, la OCDE, el FMI o Funcas, entre otras instituciones que han rebajado de manera muy importante las previsiones de la economía española. Este viernes, el INE ya ha dejado claro que la economía creció casi una cuarta parte menos que lo estimado para 2021 en el cuadro macro de los PGE de 2022 y la mitad que lo estimado en el cuadro macro de los PGE de 2021, y, probablemente, menos crecerá cuando el INE revise el dato en marzo. Del mismo modo, el 7% para 2022 se antoja complicado, pero el Gobierno insiste en ello.

En definitiva, todo ello supone un constante error del Gobierno en materia económica, que, desgraciadamente, producirá un deterioro de la prosperidad, mientras el Ejecutivo trata de llegar, como sea, al final de la legislatura, cada vez tambaleándose más, dejando la economía a su suerte, ayuna de reformas, anestesiada por el ingente gasto movilizado que no puede mantenerse indefinidamente. Entonces, cuando no le quede más remedio que retirar ese gasto, el daño en la estructura económica puede ser más profundo del que ahora parece.

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