Epstein: nada que ver aquí, sigan circulando

Últimamente Trump tiene a su base fumando en pipa. Lanza el DOGE, la oficina con amplios poderes para meter mano en los gastos superfluos de la Administración, lo pone en manos del multimillonario Elon Musk, y todo el mundo se entusiasma. Pero todavía no se habían apagado los fastos de la celebración cuando nos enteramos de que Musk está a matar con Trump —ahora con un nuevo partido en ciernes, America—, que lo que recortó el DOGE era el chocolate del loro y que Trump hace aprobar una ley (Grande y Hermosa) que manda la deuda de Estados Unidos a la estratosfera.
Antes que eso tuvimos el bombardeo de Irán, exactamente la guerra que juró evitar, la guerra que, nos dijo en su momento, iba a librar Obama, una razón de peso para votar al magnate inmobiliario.
Y ahora lo de Epstein. El suicidio del financiero y pornógrafo Jeffrey Epstein en la cárcel, unido al encarcelamiento de su socia, Ghislaine Maxwell, ha sido el plato favorito de todas las teorías de la conspiración. Imaginen, una oscura trama en la que participaban personajes de la élite —empresarios, financieros, políticos, celebridades— a los que Epstein grababa en su isla de St. James abusando de menores.
Se barajaban nombres, se sugerían complicidades, se especulaba incluso con toda una élite de pedófilos cogidos por donde más pecado habían por un misterioso personaje que, para darle más emoción al caso, mantenía conexiones con la CIA y el Mossad. Un plato irresistible.
Y Trump explotó profusamente en campaña esa morbosa sed popular de información: su nuevo jefe del FBI, Kash Patel, y su secretario del Departamento de Justicia, Pam Bondi, abrirían al público los archivos para que cualquiera pudiera fisgonear en el material original, incluyendo la famosa/infame «lista de Epstein».
El público no dejó de notar que eso de «inmediatamente» era tan exagerado como el plazo que se impuso Trump para acabar con la guerra de Ucrania y cuando, al fin, se explicó lo que había, fue un jarro de agua absolutamente gélida: ni existía lista, ni Epstein había sido asesinado ni se había chantajeado a nadie. Nada que ver aquí, sigan circulando.
Axios hizo pública una nota del FBI en la que la agencia aseguraba haber revisado más de 300 gigabytes de pruebas sin encontrar ninguna operación extensa de tráfico de personas o chantaje sexual. Esta revisión sistemática no reveló ninguna lista de clientes incriminatoria. Tampoco se encontraron pruebas creíbles de que Epstein chantajeara a personas prominentes como parte de sus acciones. «No descubrimos evidencia que pudiera fundamentar una investigación contra terceros no acusados», afirma la nota, que no lleva firma.
El FBI también ha repetido, como ya había hecho unos días antes, que Epstein se suicidó. Para demostrar que la celda de Epstein estaba protegida la noche en que supuestamente se quitó la vida, el FBI ha publicado imágenes de la cámara que grababa. Sin embargo, la cámara solo mostraba un pequeño fragmento de una escalera que conducía a la celda de Epstein.
Nadie sabe qué ha sucedido realmente, pero de lo que está seguro casi todo el mundo es de que el gobierno miente con toda la boca. Nadie se ha creído una sola palabra de la versión oficial. ¿Por qué se iba a suicidar Epstein, un hombre exitoso y riquísimo, si no había hecho nada malo? ¿Por qué está en la cárcel Ghislaine Maxwell, si no había clientes?
Si Trump no hubiera estimulado las expectativas, nada de esto hubiera pasado. Pero ahora deja en muchos de sus partidarios la amarga sensación de que ni siquiera el gran Donald puede enfrentarse a la ciénaga que prometió drenar.