La engañifa socialista del progreso

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Es archiconocido el mantra socialista del progreso. Su acierto ha sido evidente. Los electores, desprovistos de toda capacidad de reacción, se han dejado cautivar y convertir de hecho en cómplices de un gran engaño manipulador. Incluso, en circunstancias como las actuales, todavía son demasiados quienes siguen siendo fiadores de un gobierno social/comunista, muy autoritario y sectario, escasamente democrático y alentador de cuantos buscan la destrucción de España.

A decir verdad, nunca este país había sido llevado a una posición tan extrema y tan límite como la que está sobre la mesa. Una posición que amenaza con la democracia misma y con la ruina económica de las familias y del país. El progreso se identifica ahora mismo con retroceso. Y, sin embargo, se sigue en la confianza de que el mantra del progreso obre el milagro. Me parece que en esta ocasión no les salvará milagro alguno.

Si nos centramos en el Mediterráneo, la perspectiva señalada cobra un especial relieve. No hay más que seguir, por ejemplo, la opinión publicada en los medios locales. Significados portavoces de la ideología socialista lamentan que el gobierno de progreso en Baleares corra peligro en la próxima cita electoral merced al desastre de gestión del también socialista alcalde de Palma. Una vez más, aparece la manipulación. Si lo que hemos padecido en Baleares en los ocho últimos años, incluida la gestión de Armengol, hemos de aceptarlo como progresista, lo mejor que podríamos hacer es apagar la luz, bajar la persiana y colgar el cerrado por cambio de negocio.

El problema radica en que por estos pagos la izquierda política y mediática aparentan ignorar lo que dicen predicar: qué se entiende por progreso. Desde 1975, cuando Miguel Delibes ingresó en la Academia de la Lengua, quedó muy claro, si ya no lo estaba, este excelso recado: «Que si el progreso moderno, el de la técnica y el de las máquinas, el del consumo desmedido y el del confort, era sinónimo de la destrucción del campo y de los pájaros, ellos (los protagonistas de sus relatos) renunciaban a ese progreso». La crítica de izquierdas, ignorantona en su mayoría, lo tachó de reaccionario y demostró, como suele ser habitual en ella, no haber leído su obra y, por tanto, hablar por boca de ganso y no entender de la misa la media. Su credo lo definió el propio Delibes con estas sencillas palabras: «Todo cuanto sea conservar el medio es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente es retroceder».

Esta sed insaciable de poder y dominio que manifiesta desde hace mucho tiempo la clase política y los comunicadores a su servicio, junto con los hoteleros, se ha cebado de modo singular sobre la naturaleza, sobre el paraíso que fueron estas islas, del que sistemáticamente ha venido usando y abusando siempre como si hubieran de ser el último inquilino que disfrutase del mismo o como si detrás de él no se anunciara un futuro. ¡Qué pena! ¡Vaya progreso!

Atrévete, lector que amas esta tierra donde naciste o fuiste acogido en su día, a reflexionar sobre este certero y sereno juicio de M. P. Janer: «¿Habéis recorrido las calles del centro, sucias, calurosas y súper pobladas por turistas que destruyen todo cuanto pisan? ¿Habéis intentado conseguir un metro de playa donde poner la toalla y relajaros junto al mar? ¿Habéis ido a un restaurante sin tener reserva previa? ¿O habéis intentado ocupar una mesa libre en un bar? Mallorca ha llegado al límite: no hay arena, no hay calma, no quedan rincones secretos, libres de esa invasión colectiva que nos perjudica tanto. Los mallorquines nos sentimos agobiados, nos cuesta respirar, acabamos encerrados en casa». Completamente cierto y se podría ampliar mucho más. No lo puedes negar, aunque respires aires de izquierda.

A partir de tan deplorable situación, da un paso de responsabilidad y pregúntate, por aludir a la gestión llevada a cabo en los últimos tiempos, qué parte de responsabilidad atribuyes a los Armengol y compañeros de pesebre, a los Hila y sus aprendices, y a los narcisistas hoteleros.

Aún podríamos ampliar el campo de mira presentado, por si no has caído en la cuenta. Date una vuelta por el interior de la isla, contempla el panorama y verás, a poca imaginación que le pongas, la antesala de la desertización. Seguro estoy que pensarás que el paraíso que fue, no hace tanto tiempo, se ha convertido en un verdadero infierno.. No se contempla más que un campo abandonado, poblado de fantasmas maltrechos o malheridos y hasta muertos. ¿Cómo se ha podido últimamente gestionar tan mal todo ese patrimonio identitario de Mallorca por la izquierda gobernante? ¿Por qué los payeses han sido abandonados a su suerte? ¿Cómo es posible que se quiera vender que están haciendo una Mallorca mejor y más progresista?

Muy sencillo. Porque se gobierna desde la prepotencia, desde el convencimiento de su superioridad y desde la idea de que todo y todos han de sometérseles. Hacen honor a su identidad, verdadero ADN, que ya anunció su fundador Pablo Iglesias, un 7 de julio de 1910. Este fue su mensaje antisistema: «Estarán en la legalidad mientras la legalidad les permita adquirir lo que necesitan; fuera de la legalidad …. Cuando ella no les permita realizar sus aspiraciones». ¡Madre mía, qué demócrata!

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