Enfrentando a Trump tranquilamente (II)

Enfrentando a Trump tranquilamente (II)

Como gracias a Dios algo vamos aprendiendo, y podemos mirar con la perspectiva actual y no con la del presidente americano Herbert Hoover (que impulsó en 1930 la Ley arancelaria Smoot-Hawley), sabemos que el principal efecto del establecimiento de aranceles es la inflación y el menor crecimiento económico; y también sabemos que el mayor impacto negativo es para el país que los impone. Por eso, y más pronto que tarde, en Estados Unidos se manifestarán los efectos de la autarquía económica: inflación a pesar de la reducción del consumo interno y caída del PIB a pesar de los ingresos arancelarios.

Trump es un mentiroso irredento e impudoroso (¿les suena el modelo?), y va por ahí diciendo que hay billones de dólares queriendo invertir en los Estados Unidos; pero es una burda trola que no vuela más allá de su cuenta de X o de la cabina del avión donde la verbaliza, porque si así fuera la bolsa no estaría bajando y no caería el dólar. Su problema es otro: no el déficit comercial sino el déficit fiscal y la necesidad de refinanciar la ingente deuda que este genera. Quizá él cree que lo puede arreglar engañando, que es lo que mejor sabe hacer, a la vez que enfría la economía e incrementa los impuestos a los consumidores. Y puede ser que tenga razón, pero es posible que para entonces ya haya terminado su mandato efectivo.

Porque otras crisis son impredecibles y no son tan voluntarias, pero esta la ha generado él solito y los americanos no le van a perdonar el haberse empobrecido, en mayor o menor medida, de forma tan gratuita y en tan solo unos pocos días. Es muy posible que fuera necesario corregir el rumbo económico y fiscal, pero nadie compartía la necesidad de generar este terremoto. Aunque haya hecho lo que dijo que iba a hacer y aunque invierta la deriva liberticida del progresismo woke, esta cuenta se la van a pasar. Ellos sobre todo miran la pela (el «the economy, stupid» de Bill Clinton), y como el dólar y los mercados no van rebotar sabrán quién tiene la culpa de ser más pobres que el 20 de enero.

Y como allí no existe un equipo de opinión sincronizada no permitirán que nadie les cuente una película del tipo «somos los que más crecemos», o del «saldremos más fuertes». Para películas ya tienen las de Hollywood, y sus máximas son las de «show me the money», y «the money talks and the bullshit walks».

Mirando el problema desde Europa es posible que a pesar de estar acertando con el diagnóstico nos equivoquemos en el tratamiento. Si Trump nos ha declarado una guerra comercial es que se ha convertido en nuestro enemigo y, acudiendo a la famosa frase de Napoleón, al enemigo no hay que interrumpirle cuando está cometiendo un error.

Y es que salvo para lo que sea estrictamente necesario, lo que hay que hacer es no hacer nada. Nada más allá de un análisis tranquilo y certero de los impactos y, a partir de ahí, decidir algún tipo de asistencia en aquellos sectores o productos que de verdad sean muy afectados. Acertarán los gobiernos y los países que no se den por aludidos y que no entren en un espiral de provocaciones y de contra aranceles que les terminarán por perjudicar. Y no se trata de asumir, como hacen algunos equilibristas de la derecha radical europea, que Trump tiene razón, sino de demostrar que no la tiene por la vía de no emularle y de ignorarle. No hacer aprecio es el mayor desprecio.

Pero todo esto es demasiado tentador como para que Sánchez lo desaproveche. Poco ha tardado nuestro Ken en desempolvar el trajecito de telepredicador salvapatrias. ¡Y es que hay que tener mucha cara para volver a sacar pecho con la gestión del Covid! Cuando, con un procedimiento ilegal para encerrarnos, terminamos siendo uno de los países con efectos más graves; ya sea en el aspecto sanitario, con uno de los más altos índices de mortalidad, como en el económico, con una caída récord del PIB entre los países de la OCDE.

Y ahora más de lo mismo. Mucha reunión multitudinaria y mucha declaración de manual de motivación para terminar por desalinearte de tus socios, llamar la atención y pretender echarte en manos de China.

Los representantes de los sectores afectados le están insistiendo: déjanos que pongamos en valor nuestros productos y que aprovechemos su poca elasticidad al precio. Por suerte, y por el buen hacer de fabricantes y productores, no exportamos baratijas chinas a los EE.UU. El vino español tiene una relación calidad-precio mejor que la de nuestros competidores e inalcanzable para los californianos; y para el aceite, que en EEUU es un consumo de alto poder adquisitivo, no existe ni existirá allí una oferta interna. Así que lo mejor para nosotros es adoptar un perfil bajo e intentar evitar, desde aquí y desde Europa, esa chorrada de los aranceles recíprocos; y tu Pedro, lo mejor es que no hables, que no provoques… ¡qué no hagas nada!

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