Encorsetar la cultura o no enterarse de nada

Encorsetar la cultura o no enterarse de nada

Jacinta hace unas fotos excepcionales. Siempre hay algo en ellas que expresan la realidad de otra manera, más sutil, más armónica, más elocuente, más bella. Sabe buscar la música de fondo. María le dice una y otra vez: “¡Enséñame a hacer fotos!”. Jacinta calla. La otra se enfada porque no le enseña y  se lo comenta a todos como una atrocidad de persona egoísta. Jacinta sabe la respuesta, pero no ve capacidad suficiente en María para entenderla, así que opta por el silencio, que es lo mismo que despreciarla por completo. Lo contrario hubiera supuesto gastar demasiada energía para nada. En cualquier caso, la respuesta hubiera sido ésta: “¿Cómo te voy a enseñar a tener sensibilidad?”. Jacinta y María pertenecen a unas tradicionales familias acomodadas. ¿Gente de derechas? Sí, claro.

Imaginación y carácter, qué matrimonio más bien avenido, admiro a esos artistas con conciencia de su situación en el tiempo. Los intérpretes originales, que sobreviven entre miles de bárbaros, son los protagonistas de este texto. Mi mensaje se resume así: “Gente de derechas, pintores, poetas, músicos, actores, escritores, bailarines, ¿queréis quitaros ya los complejos?”. ¿Por qué tiene Nacho Cano que dar explicaciones? ¡Basta de explicaciones! Sobran por completo. No hay nada que justificar, nada que explicar, nada que demostrar, la cultura -el talento, la capacidad creativa- está muy por encima de sexos, ideologías, rabietas y riñas adolescentes. Ruego un poquito de seriedad en este tema, su legado fluye como una corriente subterránea, ajena a todo este ruido tan desagradable.

He sufrido en mis propias carnes este tema de la fatal y arrogante apropiación cultural de la izquierda más vulgar muchísimas veces. Mi experiencia en el mundo del arte contemporáneo viene de lejos, siendo tan intensa como variopinta. Ciertos comportamientos me hacían sentir mal, ¿cómo negarlo? Hasta que lo vi con claridad: el que más censura es el que menos capacidad tiene. El que está arriba, capaz de fijar y ahondar la cima de las significaciones, acepta al que de verdad vale, porque sabe ver su genio que, normalmente, anda parejo al suyo propio. En los actos culturales a los que aludo, si no llevabas el pelo rojo, la mochila en la espalda con el bocadillo de chóped y unas sandalias que demostraran que desde que tu madre te dejó de cortar las uñas de los pies, no te ha dado la gana de agacharte, no eras aceptado. Ahora me río de todo aquello.

Tengo íntimos amigos artistas. Todos ellos proceden (o procedían, porque algunos ya no están, aunque sí su pintura) de familias tradicionales, bien educadas, con valores. Ellos han transgredido ese mundo y han optado por la vía del arte, lo que supone una decisión nada fácil de tomar. ¿Qué tienen ellos que no tengan otros? En general y siendo breve, buen gusto, distinción en el trato, una postura ante la vida clara, mirando de frente y creando a su antojo, no al servicio del politiquillo que le va a dar la subvención para sobrevivir. Grandes artistas, maravillosas personas, divertidas, geniales, con las que conversar es una delicia, con resortes, con sentido del humor, con chispa, con una visión distinta de la vida, que hace que todo tome otro rumbo, aunque sea por un ratito. ¿Esto es exclusivo de una ideología? ¡Madre mía, hasta donde estamos llegando! Este rumor, más vinculado al circuito de la cultura como comercio para sobrevivir, es tan cansino que parece destinado a intentar fecundar la imaginación de unos cuantos.

Es un debate agotador, así que no voy a seguir por hoy. Volviendo al tema que me ha llevado a retomarlo, ruego encarecidamente que se eliminen de una vez los complejos que la izquierda ha tratado –consiguiéndolo, claramente- de crearnos. Se nace artista, la sensibilidad se trae en el ADN, no se escoge. Se tiene o no se tiene. Cuanto menos se tiene, más se repara en estas pamplinas de patio de colegio. ¿Quién tiene que valorar a Mecano a estas alturas? Una vez en clase, aludí al grupo como ejemplo de música contemporánea que cruzaría la frontera de la eternidad. Una alumna me replicó diciendo que a ella ese grupo no le gustaba. De esta guisa terminé aquella clase: “Señorita, no le he pedido su opinión; no obstante, gracias por explicitar de una manera tan rotunda su ignorancia. Se levanta la sesión”.

Lo último en Opinión

Últimas noticias