Los empresarios están espantados

Los empresarios están espantados
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Literalmente espantados. Los más optimistas, los que aún creen que en la cabeza de Sánchez puede anidar un ápice de razón, un milímetro de sensatez, estiman en 30.000 millones de euros el gasto que puede suponer las bagatelas que el aún presidente ha introducido en su libelo de 300 y no se sabe cuántas medidas más. Se hacen lenguas de todos los malos datos que predicen una cercana crisis y todavía se callan, quizá por una responsabilidad mal entendida, otras estimaciones alarmantes; por ejemplo, ¿saben ustedes que en estos pasados meses de calor el consumo eléctrico en España ha disminuido cerca del 4%? Las grandes compañías -ya se imaginan cuáles- tienen el tremendo porcentaje sobre la mesa de sus despachos y sólo aspiran a que la bajada no se torne en alarma general. Cae la producción industrial, la venta de coches se desploma, el turismo deja menos bañadores en nuestras costas, y el paro crece como no lo hacía ni siquiera cuando en España gobernaba otra pesadilla nacional por apellido Zapatero. Y todo esto sin retratar nuestra deuda que ya ocupa un puesto muy relevante entre las más copiosas del mundo.

Espantados están los empresarios conscientes además, de que los inversores extranjeros están a la búsqueda y captura de otros pagos en los que no mande un mendrugo revestido de una fatuidad mayor que la de aquel fatuo Calígula que nombró cónsul a su caballo, español por cierto, “Incitatus”, y que terminó siendo la mofa general de su pueblo romano. Dirán que el parangón es exagerado, pero ¿qué piensan ustedes cuando la señora del referido penetra en la habitación del Rey Emérito para constatar cómo marchan las coronarias del egregio paciente? O ¿qué les parece a ustedes que nuestro prócer presente a su señora en la sociedad distinguidísima del G-7 como si se tratara del Bálsamo de Fierabrás de los problemas universales? Tampoco hay tanta diferencia con aquel ridículo emperador. Los empresarios piensan estas cosas y las dicen por ahora (sólo por ahora, veremos cuando Sánchez caiga) en círculos restringidos de poder, unos foros en los que se hacen cruces ya de que a los inversores nuevos no se les caza ni a lazo, ni siquiera, desde luego, con las encuestas edulcoradas y falsas como la cara de Judas, que redacta para su adorado patrón el simpar Tezanos; sí, este pelota que ha retratado a su señorito como “un líder cordial, cercano, con criterio y firmeza de ánimo”. Desde los pobres empleadillos cobistas (a la fuerza ahorcaban) de la “oficina siniestra” de La Codorniz no se ha visto en España adulador parigual.

Los empresarios están espantados y en la tesitura de apostar por unas elecciones adelantadas no más tarde del cercano 10 de noviembre. Y no apuestan a la ligera como si estuviera en un Bet de moda, sino con el conocimiento de estimaciones demoscópicas que, aunque le pronostican subida al todavía rentero de La Moncloa y de cuantos palacios nacionales se le pongan a tiro, también incluyen una recuperación de PP en los cuarteles de Ciudadanos (“Todos los días una baja” es su eslogan más actual), y de Vox que ya, por primera vez, se acoge a la posibilidad de una “España suma” en provincias de poquitos escaños y en un Senado que, con otra mayoría, la del centroderecha reconstituido, le haría imposible la legislatura y sus afanes de zar al aún presidente del Gobierno.

Pero, los empresarios están por cierto que no se lo creen con la torpeza de ese centro derecha que no se ha enterado del todo de que Sánchez desea elecciones o nada. Dicen cosas como éstas: “Sánchez no deja ni un día de hacer campaña electoral, mientras Casado ensaya, con grandes dificultades, la técnica de escarpase de la corrupción de sus mayores; Rivera se pelea en público con sus desertores; y Abascal, desaparecido, deposita toda su política en las ocurrencias del matrimonio Monasterio-Espinosa”.  Piensan quizá los empresarios espantados que con una Europa que se desangra, con un Brexit que nos va a hacer a todos más pobres, y con un Trump que será reelegido, los españoles no nos estamos enterando de la misa la media, y podemos caer en la tentación de aupar de nuevo al susodicho al Falcón, o al helicóptero con gafas  de sol desde el que perpetra una arrolladora subida de impuestos para sufragar sus concesiones a los comunistas de Galapagar. Cuando los empresarios espantados se ponen de cachondeito, se expresan gráficamente sí: “O sea, un desmadre”, pero atosigantemente real como la propia pervivencia de Sánchez en el poder.     

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