El ecologismo postizo de Més
Más allá de su exacerbada defensa del pancatalanismo no hay nada más que sea salvable en la trayectoria política de Més per Mallorca, la marca blanca en las islas de Esquerra Republicana de Catalunya. Su incapacidad para gobernar es evidente, como tampoco escapa a nadie la nula preparación de los cargos que se les han asignado en virtud del pacto firmado con Armengol para que la cliente VIP del Hat Bar pueda seguir sentada en su sillón del Consolat. El ejemplo más palpable es el de Miquel Mir, sin duda el peor conseller de Medio Ambiente y Territorio de la historia del Govern Balear.
El desastre ecológico que suponen los continuos vertidos de aguas fecales en la bahía de Palma es el ejemplo perfecto. En una legislatura y media no sólo no ha sido capaz de solucionar este problema endémico el Govern, sino que además ha procurado ocultarlo bajo una capa de opacidad semejante a la puesta en práctica con los abusos a las menores tuteladas. Sin embargo en este caso no es que salte a la vista. Es que el olfato también les delata. Son incontables las ocasiones en las que las playas de las zonas de Es Portitxol y Es Molinar han tenido que cerrarse porque la presencia de sustancias contaminantes ponía en serio peligro la salud de los bañistas. Una verdadera vergüenza.
Pero más grave aún es que a estas alturas el Pacte aún no haya explicado en qué se ha gastado el canon de saneamiento que debería haberse destinado a reparar unas infraestructuras hidráulicas totalmente desfasadas. En un Govern con un mínimo de dignidad estarían cesados el presidente de Emaya Ramon Perpinyà y por supuesto el conseller Miquel Mir, pero la izquierda lo aguanta todo. Absolutamente todo, aunque eso signifique incurrir en un desastre medioambiental e higiénico de máximo calado.
Si se demuestra que la Conselleria de Medio Ambiente ha utilizado para otros menesteres desconocidos 101 millones de euros (a ver cuánto de ese dinero se ha ido a la promoción del catalán y de los chiringuitos que lo circundan) que deberían haberse dedicado a la mejora de infraestructuras, tal y como está legalmente estipulado, estamos ante un posible caso de prevaricación del que deben responder los responsables, y hay que exigir que en la siguiente legislatura -porque en ésta será imposible- se llegue hasta el fondo de la cuestión.
Pero, mientras, tápese usted la nariz cuando pase por alguna de las playas de Palma porque es posible que le llegue un tufo inconfundible a vertidos fecales. Sí, es un atentado al medio ambiente. Sí, lo consiente un partido como Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per Mallorca) que va de «ecologista», pero ya sabemos que una cosa es lo que la izquierda predica y otra lo que practica.