Para echar a Sánchez hay que echar al PSOE hoy

Pedro Sánchez PSOE

No les falta razón a quienes califican las elecciones de hoy de primera vuelta de esas generales de noviembre o cuando tenga a bien celebrarlas el maniaco del Falcon. Primera vuelta a medias porque desgraciadamente en España no existe ese ballottage inventado en Francia e implementado en decenas de países que acaba dando el poder mayoritario a un candidato o a un partido. Lo cual impide, de facto, que las minorías sean quienes acaben mandando en un país, que como acontece en España tengan la última palabra los Bildu, ERC o Podemos de turno.

La transición del felipismo al aznarismo comenzó a escribirse en 1995 en las elecciones autonómicas de la Comunidad Valenciana, la cuarta región más importante económica y poblacionalmente. También en Madrid pero en estos momentos tanto el Ayuntamiento como la Comunidad no están en discusión, es más, la mayoría absoluta de Almeida y Ayuso se antoja más que probable. Hoy, nuevamente, esas maravillosas tierras mediterráneas serán el termómetro del éxito o el fracaso de las huestes de Génova 13. Si ese pedazo de político que es Carlos Mazón, seguramente la mayor revelación en estas elecciones, recupera la Generalitat, habrá que concluir que el PP está de enhorabuena. Si no es así, que será así, el regreso a La Moncloa se complicará. Y mucho.

En aquel 1995 para la esperanza, los populares se hicieron con el Ejecutivo regional de la mano de Eduardo Zaplana y lo mismo ocurrió con Alberto Ruiz-Gallardón en un Madrid hasta entonces en manos del ahora ayusista Joaquín Leguina. Vientos de victoria soplaron asimismo en todos los grandes municipios andaluces, que cayeron unánimemente en manos del Partido Popular. El cuento se repitió en la igualmente estratégica Aragón, donde el popular Santiago Lanzuela dio a los suyos la primera victoria en democracia.

Desgraciadamente en España no existe ese ‘ballottage’ implementado en muchos países que acaba dando el poder a un candidato o a un partido

Hay una anécdota que permite inferir que las cosas pueden ir igual de bien que hace 28 años exactitos: aquellos comicios tuvieron lugar también un 28 de mayo y en ellos el PP aventajó en casi un millón de votos a un Partido Socialista achicharrado por la corrupción. Sin aquel tsunami, el ascenso de José María Aznar al poder hubiera devenido en utopía. Esa misma distancia necesitará Alberto Núñez Feijóo para cambiar la historia dentro de medio año. Si el de Los Peares consigue ese gap, el autócrata tendrá entre cero y ninguna posibilidades de retener el poder porque una tendencia así es difícilmente reversible en tan corto espacio de tiempo.

La lógica de que para vencer en las generales hay que haberlo hecho previamente en las municipales se repitió en 1999, aunque con un margen tan escaso que nadie pudo prever la absolutísima mayoría absoluta de un año después, y en 2011 con el marianismo. En 2007 hubo un cuasi empate técnico entre el PP y el PSOE. En 2015 la exigua victoria del PP frente al PSOE se repitió en las generales y el armagedón de Pablo Casado en las locales de 2019 tuvo su antesala y su continuación en las votaciones nacionales de abril y noviembre. Lo ocurrido con las generales de 2004 no cuenta porque estuvieron marcadas por esos terribles atentados del 11-M que se cobraron la vida de 192 españoles y que, entre otras cosas, buscaban lo que consiguieron: cambiar el statu quo institucional.

El mayor paralelismo lo trazaría yo con esas elecciones locales de 2011 que marcaron el camino a la absolutísima mayoría de Mariano Rajoy seis meses después. La hasta entonces mayor victoria del PP en unas municipales no se repetirá hoy porque aquel escenario era bipartidista y éste es pluripartidista. Aunque el olfato me indica que el PP va a obtener un resultadazo, lo que cuenta ahora es la suma de cada bloque y ahí es donde se va a jugar el partido.

La tarea de reconquistar nuestro país para el constitucionalismo comienza a las 9 de la mañana. Toda España debe ser hoy Covadonga

Hoy puede ser un gran día o terminar en tragedia griega. De lo que acontezca en las 11 horas de fiesta democrática dependerá el futuro de España porque, y perdón por la intencionada reiteración, resulta imposible volver a La Moncloa si antes no has dejado groggy a su ocupante. Cuestión estadística, como han visto en las líneas precedentes. La tarea de reconquistar nuestro país para el constitucionalismo comienza a las 9 de la mañana. Toda España debe ser hoy Covadonga. Si no le damos a Sánchez su merecido democrático, contará con bastantes posibilidades de repetir en Palacio de la mano de los terroristas etarras, los golpistas catalanes y de ese repugnante delincuente que es Pablo Iglesias. Y de la nación más antigua de Europa no quedarán ni las raspas dentro de cuatro años: la balcanización y esa sudamericanización que hemos contemplado atónitos en las últimas horas con compra de votos, entrega de droga a cambio de sufragios, secuestros y agresiones será un hecho.

Hay que acudir a los colegios electorales con la papeleta en la boca. Y formulándonos varias preguntas que, en realidad, son la misma:

—¿Quiero que me gobiernen unos tipos que, como mínimo, compran votos al más puro estilo chavista o kirchnerista en Andalucía, Murcia y Castilla-La Mancha?

—¿Podemos permitir que continúe en el machito un partido en el que se secuestra a compañeras incómodas y que, manda bemoles, se resiste a poner en la puñetera calle a los culpables?

—¿Es democráticamente tolerable un sanchismo en el que se monta un rapto desde la sede y, para colmo, con fondos orgánicos?

—¿Es normal que en unas listas electorales vayan basurosos latin kings?

—¿Es de recibo que continúe en el poder un sanchismo que tiene de socio a un partido que lleva de candidatos a siete asesinos etarras, amén de otros 34 terroristas hijos de perra?

—¿Se puede ir de rositas un sanchista PSOE que ha rebajado las penas de 1.079 violadores, pederastas y asesinos?

—¿Nos merecemos un Gobierno que está dinamitando esa separación de poderes que es la que distingue a las democracias de las dictaduras?

—¿Me parece bien que continúe en las principales instituciones una formación política en la que hay tantos coqueros?

—¿Debo permitir que una organización política infestada de puteros nos siga echando en cara a los demás que no somos feministas?

—¿Nos merecemos un país caciquil en el que el presidente adquiere el voto de los jóvenes pagándoles el Interrail y regalando con cargo a nuestros impuestos 400 euros por cabeza?

Pues eso: que irse a la playa o quedarse en casa hoy constituye un acto de suprema traición. Si no le damos un constitucional repaso al autócrata, habrá autócrata para rato. Pocas veces tuvo tanto sentido el aserto kennedyano: «No te preguntes lo que tu país puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por tu país». Lo que podemos, y debemos, hacer por nuestro país es ir a votar y a ser posible, con la cabeza más que con el corazón. Hoy sí que nos va la vida en ello.

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