Dos aniversarios para la reflexión: 23-F y 24-F

Dos aniversarios para la reflexión: 23-F y 24-F

Entramos en una semana con aniversarios que no son precisamente felices de recordar, pero que obligan a reflexionar para aprender de ellos y no reincidir en sus errores en la medida que proceda. Un aniversario nacional es el del 23-F del que se cumplen estos días 42 años, que si bien es una experiencia felizmente superada, tuvo una emulación -distinta en cuanto a los medios utilizados pero no de menor gravedad para el orden constitucional- que fue el suceso del 1 octubre de 2017. Es sabido que esta fue la culminación de un irracional proceso, que todavía algunos indultados o sus conmilitones no se recatan en proclamar «que volverán a hacer». La reflexión en este caso viene de que, ante una eventual reincidencia, el Estado Democrático y de Derecho puede quedar absolutamente incapacitado para dar una respuesta judicial, y eso sin existir ninguna amenaza procedente del estamento armado, ejemplarmente comprometido con el cumplimiento de la misión que le asigna la Carta Magna de defender la Constitución y garantizar la integridad territorial de España. No es ésta una situación sólo teórica, porque quien así lo ha expresado ha sido nada menos que el Tribunal Supremo en un Auto con ocasión de la revisión de sentencias a los condenados por el procés por la eliminación del delito de sedición y la reforma de la prevaricación del Código Penal realizadas por Sánchez.

El uso y abuso de reformar el Código Penal al servicio de meros intereses no ya sólo partidistas sino personalistas -lo que es de inaudita gravedad- se justifica para contentar a sus aliados parlamentarios de ERC, que junto al PNV y Bildu son los votos prioritarios e indispensables que necesita para subsistir en el Gobierno. Ya Maquiavelo en sus consejos al Príncipe le exhorta a trabajar para ser querido por sus súbditos, pero, en la medida en que conseguir esta virtud no está solo en sus manos, le recomienda que «procure ser temido». En este caso, el Código Penal de la democracia de 1995 ha sido reformado no para que el Estado sea «temido» por sus enemigos, sino «querido» por eventuales secesionistas futuros. Por ello, una vez las urnas desalojen a Sánchez de La Moncloa, será de prioridad absoluta reponer ese tipo penal para garantizar una adecuada defensa judicial de la integridad territorial de España, y así disuadir a eventuales aventureros.

El otro aniversario a recordar en estas fechas es el del próximo 24 de febrero, al cumplirse un año del comienzo de la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin. Con la experiencia acumulada en tan dilatado espacio temporal, una de las primeras conclusiones a extraer es que todo el esfuerzo político se ha volcado en alimentar la guerra en lugar de buscar la paz, que no por dificultosa resulta menos imprescindible conseguir. Llorar sobre la leche derramada lo único que consigue es generar melancolía además de ser inútil, pero para conseguir una paz «realista» no debe olvidarse la etiología política de este otro proceso, aunque a priori pueda resultar difícil de aceptar por Ucrania. El realismo es exigible para ser eficaz en esta búsqueda, y eso implica que es ilusorio pretender que Rusia sea derrotada, como el relato de la otra parte nos quiere hacer creer todos los días. Dotada de un arsenal nuclear heredado de su época de superpotencia como núcleo de la URSS, Rusia nunca aceptaría ese hipotético final. Tras la implosión soviética, se debate en un dilema existencial, buscando su nuevo lugar en el mundo actual, con la nostalgia de su pasado imperial zarista y soviético. Disponer de una «esfera de influencia» es consustancial a esa posición que no se resigna a perder, y Ucrania ha sido la gota que ha colmado el vaso de su contrariedad, tras ver a su antigua esfera en su frontera europea, toda ella convertida en una virtual base de la OTAN.

EEUU, por su parte, no acepta que se cuestione su enorme esfera de influencia, de la que la Historia levanta acta con la doctrina Monroe -«América para los americanos»- y más recientemente con el episodio de la crisis de los misiles en Cuba de 1962.  Esta es la cuestión a resolver sin derrota o victoria militar.

 

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