El desconocido ardor guerrero de Sánchez

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

La guerra en Ucrania acapara la atención del mundo de manera tan intensa como justificada, pero donde se vive en especial es en Europa, con una preocupación no conocida desde el final de la Segunda Guerra Mundial. No sabemos cuándo acabará esta guerra, pero continuará hasta que Putin considere alcanzados sus objetivos de neutralización política y militar de Ucrania, que significa convertirla de facto en una república más de la Federación Rusa, lo cual nos remite al comienzo de la última guerra mundial, que empezó siendo «sólo» europea, como la anterior.

En una evaluación provisional de daños, el más evidente es el enorme deterioro reputacional que Putin está consiguiendo para sí mismo y para Rusia, que es quien va a padecer las consecuencias junto al pueblo ucranio. Pero todas las guerras son, ante todo y sobre todo, una tragedia humana, y esto lo compendia el mero dato de la cifra de refugiados ucranianos que huyen de la guerra hacia los países vecinos, principalmente a Polonia, y que se acerca a los dos millones de personas; con el agravante de que en una gran proporción se trata de mujeres y niños.

Las guerras van acompañadas de cambios geopolíticos subsiguientes que son favorables o contrarios a los contendientes según sea su resultado final. Ahora no hay duda de que Putin va a ganar la guerra militar, pero para que haya derrotados, deben existir vencedores, y es preciso analizar quiénes serán estos. Está por ver que él salga triunfador del enfrentamiento geopolítico tras su rotunda derrota en la batalla informativa, de tal forma que el balance final es incierto todavía.

Pero la guerra de la desinformación también es intensa, con Putin teniendo a su opinión pública secuestrada con su relato oficial, único y obligatorio -como, por otra parte, sucede siempre con los países en guerra, sometidos a la censura militar-, pero no podemos caer en la ingenuidad de creer que los apoyos  de Zelenski son neutrales y objetivos en esa decisiva batalla. Frente a los que de manera voluntarista consideran que la UE saldrá fortalecida de esta guerra, se impone la realidad de que es un simple actor secundario de esta tragedia, pese a su vecindad al escenario bélico. La debilidad de Rusia fortalecerá el liderazgo occidental de EEUU y el de China en el otro bloque, con la UE y Rusia como meros figurantes de ambos liderazgos, respectivamente.

Lo lamentable es que esta guerra y este escenario geopolítico que ya se otea en el horizonte, se hubiera podido evitar si tras la desaparición de la URSS se hubiesen abierto los brazos de la UE -e incluso de la OTAN- a Rusia, en vez de tratarla como si fuera la desaparecida y totalitaria Unión Soviética comunista.

En cualquier enfrentamiento, sean militar como el actual o político, es de aplicación la frase latina popularizada por Cicerón de «qui prodest?» (¿a quién beneficia?), y cuya repuesta es «a quien lo promueve». Que no siempre es «sólo» el que resulta obvio -aquí Rusia- sino también quién lo incita directa e indirectamente moviendo los hilos en la sombra e imponiendo su relato a la opinión pública y publicada, siendo el gran beneficiado al final.

En España lo que sucede no podía dejar de tener su intensa traslación a la política nacional, con un gobierno socialcomunista liderado por Sánchez, que cambia su posición ante la guerra 180° en 72 horas, pasando de ser «entusiasta aliado pero solo humanitario», a ser suministrador de armas a los ucranianos. Hemos cambiado de la veleta naranja a la roja con el desconocido ardor guerrero de Sánchez.

Era excesivo para la estabilidad del Gobierno ser calificado como «el partido de la guerra» por su socio gubernamental podemita, con el precedente «pacifista» de su actuación ante la invasión de Irak, y han tenido que rectificar. Mientras, el precio del barril de petróleo Brent llega al nivel histórico de 139$, un signo del daño a nuestra economía y a todos los europeos. Sin duda para todos habrá un antes y un después de esta guerra.

 

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