Del 24 al 25, y de Paiporta a Laporta

Paiporta

Nada demasiado nuevo en 2025, nada que más o menos no esperemos, empezando por la clásica y soez contestación en rima consonante a la última cifra del año.

Para el ejecutivo, el nuevo año seguirá siendo tiempo para las viejas guerras con el resto de los poderes. En el parlamento se continuarán escenificando las estériles disputas con la oposición que la hooligan Armengol, sin permitir la intervención del VAR, siempre hace tan desiguales. Pero también será el lugar donde las distintas facciones de la mafia sanchista seguirán presentando al cobro las letras que el presidente les firma. Ese supuesto bloque progresista no es más que una agregación de chantajes que hace que el Gobierno no sea de coalición sino de extorsión. Por supuesto que no le van a dejar caer, pero le van a mantener siempre mendicante; imposibilitándole una gestión oportuna y eficaz, cuestión que, por cierto, a ellos les cae bastante de refilón.

Contra el Poder Judicial la pelea no es del tipo de la riña a garrotazos. Porque mientras que los jueces y tribunales siguen instruyendo con las correspondientes garantías procesales, el presidente y su entorno personal e institucional utilizarán todas las argucias, poco legales y menos democráticas, para intentar impedir ser juzgados.

El tercer enfrentamiento es con el cuarto poder. Hay algunos incautos que creen que la prensa y el periodismo independiente siempre conseguirán salvar los campos minados con que les están cercando, pero no es así. Si el Gobierno da esa pelea es porque sabe que algo, más o menos tangible, siempre consigue: desde el temeroso retraimiento de editores y propietarios de los medios a la imperceptible autocensura de los periodistas.

Pero en la despedida del 2024 y el comienzo del nuevo año sí que hay dos temas que están adquiriendo especial protagonismo.

Uno es la disputa entre Moncloa y Zarzuela, que se está agravando de forma muy inconveniente a vuelta de los fastos en conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Franco. En concreto, es una auténtica encerrona la convocatoria al monarca, en fecha imposible, para este primer acto en el Reina Sofía. Desde Zarzuela se está haciendo saber que no procede conmemorar nada si no se ensalza la figura de los principales impulsores del cambio político, que no fueron otros que Adolfo Suárez, Torcuato Fernández-Miranda y, especialmente, el rey Juan Carlos.

La realidad es que ya desde hace tiempo Moncloa venía achicando el campo a la Casa Real, pero desde los sucesos de Paiporta los puentes están intransitables. Ante la intachable presencia y desempeño del Rey, la condición de prima dona con que se autopercibe el presidente ha ido envenenando su ánimo; así, hoy por hoy, no es Abascal o Feijóo, ni siquiera Díaz Ayuso, la persona que más odia Sánchez, sino el rey Felipe VI.

El otro tema de rabiosa actualidad es el culebrón del Barça y la imposibilidad de inscribir a Dani Olmo, un jugador por el que se han pagado más de 50 millones y con el que se puede adquirir una deuda, exigible inmediatamente por el jugador, de otros 50.

Ya no es el ridículo (uno más) de Laporta como presidente del F.C. Barcelona, sino la evidencia de que el club está más allá de la quiebra técnica: a su deuda de casi 900 millones hay que añadir los 1450 millones que ha pedido a Goldman Sachs para rehacer el estadio. Por mucho que se estiren los plazos, esas cantidades son completamente inasumibles para la entidad, y más aún si para generar las famosas palancas se han merendado la cena, gastándose gran parte de los ingresos futuros. Los acreedores, especialmente los fondos que han comprado la deuda a los bancos de inversión, no van a perdonar ni un duro por amor a los colores y más pronto que tarde van a exigir quedarse con el estadio, con el club o con las dos cosas.

Como para el imaginario catalanista el club es més que un Club, veremos como vuelven las instituciones políticas al rescate, y, al final, la deuda del Barça habrá pasado a ser deuda de Cataluña. ¡Esa que vamos a pagar todos! Vaya papelón para los contribuyentes que sean aficionados de los equipos rivales o, más en concreto, de los socios del Real Madrid que, además de pagar el nuevo Bernabéu pagarán su parte alícuota del Espai Barça. Todos estos pagafantas sí que serán acreedores de la contestación malsonante cuando feliciten a todo ese barcelonismo/catalanismo victimista, desleal y profundamente desagradecido:

– Feliz año 2025.

– ¡Pel cul…!

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