La decisión del Rey ante la amnistía
Son muchos los lectores que acuden al autor con la pregunta del millón. ¿Puede el Rey Felipe negarse a firmar una hipotética ley de amnistía? No creo. En cualquier caso, si ello sucediera o sucediese, el carajal institucional planteado sería histórico.
Quiero suponer que a esta hora el jefe del Estado, bien asesorado, en Zarzuela se habrán estudiado a fondo las distintas posibilidades. Esa hipotética ley supondría una gran enmienda a la totalidad que, por amnistiar, abarcaría también al propio Pedro Sánchez, que apoyó decididamente la utilización del artículo 155 de la Constitución para intervenir el autonómico poder catalán. Esa hipotética ley –está por ver finalmente si Sánchez tiene el cuajo suficiente para seguir aún más de rodillas ante el separatismo– hundiría por completo el actual andamiaje jurídico/político democrático y abriría un camino de no retorno. Luego, vendría la autodeterminación, que son palabras aún más gruesas.
En Zarzuela, obviamente, desde hace mucho tiempo se tiene constancia de que uno de los objetivos esenciales del secesionismo –que cuenta en esa senda con el apoyo indisimulado del neocomunismo rampante– es la voladura de la Corona. El titular de la institución lo sabe mejor que nadie. Como sabe que el clavo ardiendo sobre el que sostenerse, además de una mayoría del pueblo que está con el Rey Felipe, no es otro que la Constitución. De ahí el extremo cuidado y la exquisitez extraordinaria con la que se conduce dentro del articulado de la Carta Magna. Que nadie puede achacarle, mucho menos la Historia, que traspasó el menor límite. A costa, eso sí, de sufrir desplantes, vejaciones, insultos y ofensas.
El Rey está a lo suyo, ajeno, o no, al ruido y los exabruptos. A profundizar en el conocimiento del pueblo que representa con gran dignidad y prestancia y a significar la grandeza de una nación española que atraviesa por momentos dramáticos y muy serios.
Atentos a la pantalla, porque se avecinan días decisivos…