Cuando salvar la lagartija colilarga es más importante que salvar personas
En un reciente editorial subrayábamos el papanatismo ecolojeta del Ministerio de Transición Ecológica de la ministra y aspirante al cargo de vicepresidenta de la Comisión Europea, Teresa Ribera, que además de negarse a acometer obras en el barranco del Poyo -prefirió gastar 41 millones de euros en propaganda antes que invertir 31 millones en mejorar las infraestructuras- se ha dedicado a hacer la vida imposible a los ayuntamientos de la zona, a quien les ha impedido limpiar de vegetación y cañas los cauces para no perjudicar a la fauna, como la lagartija colilarga o el cernícalo vulgar. Ni ahora, cuando se trata de evitar que supongan un tapón ante una nueva riada, la Confederación del Júcar, dependiente de Ribera, permite llevar a cabo labores de limpieza, a excepción del reducido tramo que transcurre bajo los puentes. Si van más allá se arriesgan a multas de hasta 300.000 euros.
Como muestra del totalitarismo medioambiental de la ministra he aquí su respuesta en el Congreso a una pregunta de Vox en la que se le reclamaba limpiar los cauces del barranco del Poyo. Era febrero de 2020 y Vox fue directo al grano: ¿Por qué la Confederación Hidrográfica del Júcar no ha procedido a la limpieza del barranco del Poyo a su paso por la localidad valenciana de Catarroja? La ministra de Transición Ecológica no dudó ni un segundo y con la prepotencia propia de quien se cree en posesión de la verdad absoluta, dijo: «Las obras intensivas de dragado o eliminación de la vegetación natural son manifiestamente incompatibles con los objetivos de conservación y protección de la naturaleza recogidos en la normativa vigente».
O sea, para Teresa Ribera limpiar las cañas del barranco es un atentado ecológico, un acto incompatible con la protección de la naturaleza, aunque esa vegetación pudiera poner en peligro la vida de las personas en casos de una DANA como la que ha devastado Valencia. Ahora se entienden muchas cosas.