Pedro, por tu bien y por el del PSOE, vete ya

El socialismo democrático europeo está en las últimas. Excepto el SPD alemán y el Partido Laborista inglés, que gobierna a trancas y barrancas haciendo el ridículo casi a diario, el resto de formaciones socialdemócratas se mueve entre la irrelevancia y la práctica o fáctica desaparición. Tal vez el episodio más trágico lo represente el Partido Socialista francés, que en la primera vuelta de las últimas Presidenciales se anotó de la mano de la francoespañola Anne Hidalgo el 1,7% de los votos, la nada más absoluta para quienes hace ocho años ostentaban la Presidencia del país con François Hollande. Si Mitterrand resucitase, se volvía al hoyo horrorizado en milésimas de segundo tras contemplar que el edificio relumbrante que legó se halla en ruinas.
Cómo de desastrosas serán las cosas que en las dos últimas legislativas, las de 2022 y las de hace un año, se desdibujaron en el magma de los frentes populares antiMacron para evitar una debacle como la que les deparó el destino la última vez que lo hicieron en solitario, 2017, cuando se tuvieron que conformar con un misérrimo 7,4% de los sufragios. El PS galo es ya nostalgia del pasado porque el brillantísimo ex socialista Macron ha acaparado todo el centroizquierda y el peligrosísimo Jean-Luc Mélenchon de la Francia Insumisa la izquierda más radical.
La historia del PS francés es clónica a la del Pasok griego. El partido que fundó Andréas Papandréu, buen amigo de Felipe González, resulta una caricatura en comparación con el de los buenos tiempos, que se turnaba en el poder con esos socios del PP que son Nueva Democracia. En las últimas generales le volvió a barrer Syriza, los antaño amiguitos de Podemos, que logró casi el 18% de las actas en el Consejo de los Helenos —el Parlamento— frente al 11% de los socialistas. La decadencia de los socialdemócratas contrasta con el esplendor de sus históricos rivales, encabezados ahora por Kyriákos Mitsotákis, que arrasaron en las pasadas generales y gobiernan con notable éxito la nuevamente pujante Grecia.
Al autócrata Pedro Sánchez le ha salido un problema añadido que puede disparar la erosión en la intención de voto socialista: la corrupción
Aquí, en España, ni tan mal le va al PSOE, socio en la Internacional Socialista de los dos anteriores. Pero no es menos verdad que nada queda de aquel partido mayoritario que se metió en el coleto 202 escaños en 1982, repitiendo mayoría absoluta en 1986 y 1989. Nunca más ha conseguido 176 escaños. Menos con el marido de la tetraimputada Begoña Gómez como cabeza de cartel. Lejísimos quedan los 169 de Zapatero en 2008. Desde entonces se han movido entre los 85 de 2016 y los 121 actuales con la excepción de los 123 de abril de 2019. Para que nos hagamos una idea de la injusticia que supone que gobierne Pedro Sánchez basta con recordar no sólo que perdió los comicios del 23-J sino que, además, cuenta con poco más de un tercio de los diputados de la Cámara Baja.
Los partidos tradicionales ya no están de moda. Ya sólo por eso Pedro Sánchez debería andarse con tiento no le vaya a salir un Macron por la derecha o un Mélenchon por la izquierda. Roles que podrían desempeñar perfectamente el genuino socialdemócrata García-Page y quién sabe a su izquierda. No veo yo al delincuente de Pablo Iglesias resucitando, tampoco a la liberavioladores Irene Montero, menos aún a Yolanda Díaz que es la frivolidad hecha persona. Pero hace 10 años Macron era un semidesconocido y ahora es ni más ni menos que presidente de la República Francesa. Tapados, haberlos, haylos.
Tal vez por eso Pedro Sánchez se acerca sin prisa pero sin pausa a la extrema izquierda, tics chavistas incluidos. Sea como fuere, al autócrata le ha salido un problema añadido que puede disparar supersónicamente la erosión en la intención de voto socialista: la corrupción. Mangancia por la mañana, mangancia por la tarde, mangancia por la noche, mangancia 24/7 en definitiva, coyuntura que incontrovertiblemente no es la mejor para recuperar ni el tiempo ni los escaños perdidos.
Ni que decir tiene que la imputación o la preimputación de Francina Armengol, la tercera autoridad del Estado, dejaría ‘groggy’ al PSOE
Lo peor de todo para el PSOE, en el que también hay buena y honradísima gente, es que, lejos de mejorar, no estamos ni en el principio del final ni seguramente en el final del principio en cuanto a escándalos se refiere. Los de Ferraz están peor que ayer pero indiscutiblemente mejor que mañana. Y no saben por dónde les da el aire. Quedan por salir los informes de la UCO sobre Francina Armengol y Ángel Víctor Torres, ese ministro con cara y voz de santurrón pero que al parecer practica la nada edificante costumbre de exigir mordidas.
Ni que decir tiene que la imputación o la preimputación de la presidenta del Congreso, que no en vano es la tercera autoridad del Estado, dejaría groggy a un PSOE que ya ha visto cómo sus dos últimos secretarios de Organización están acusados y uno ya entre rejas, tal y como pudimos observar en ese álbum sotorrealeño logrado por nuestros reporteros de investigación (Fernán González, Irene Tabera y Segundo Sanz). Torres es un segundón pero Armengol, la que se iba de copas por Palma saltándose su propio toque de queda, es caza mayor.
También puede salir en la foto José Luis Rodríguez Zapatero, que es lo único que le faltaba al Partido Socialista. Mi impresión es que un solo escándalo más y los socios sediciosos, comunistas y etarras mandarán al carajo al autócrata con ínfulas de tirano. Todos ellos han advertido, de manera sobresaliente Rufián en el Pleno presuntamente anticorrupción del miércoles, que si la peste de las comisiones «escala» retirarán su respaldo al Gobierno socialcomunista. Una hipótesis más que plausible toda vez que, al parecer, el informe Francina es demoledor.
El problema de Sánchez se llama Sánchez. Porque Sánchez es un corrupto. Por mujer interpuesta, la presunta delincuente Begoña Gómez, y a través de ese David Sánchez, alias David Azagra, procesado por prevaricación y tráfico de influencias. Pero él mismo tampoco es trigo limpio. Como se podrán imaginar, un individuo que escoge de principales asesores a delincuentes, que duerme con una supuesta quinqui y que tiene de hermanito a otro que tal baila, sólo puede ser un maleante. De primero de sentido común.
Si te empecinas en el error de seguir en la Presidencia del Gobierno, Pedro, tienes todos los boletos de la tómbola para acabar en el banquillo
España mantenía desde la Transición la inveterada costumbre de no tocar penalmente al Rey y a los presidentes del Gobierno. La primera se quebró a medias al conocerse el cobro de comisiones y las cuentas en paraísos fiscales de Juan Carlos I. La segunda permanece inalterable y no precisamente porque alguno de los inquilinos monclovitas no haya dado motivos. Ahora que Pedro Sánchez ve las barbas de su correligionario y ex primer ministro José Sócrates pelar en los tribunales portugueses, imagino habrá puesto las suyas a remojar. Digo yo.
Pedro Sánchez sólo quiere a tres personas: Pedro Sánchez, Pedro Sánchez y Pedro Sánchez. Un yo-mí-me-conmigo de manual. Antes pensaba que era un psicópata nivel subclínico, ahora, siete años después de que llegase al poder con una moción de censura corrupta y etarra, tengo meridianamente claro que precisa tratamiento urgentemente. Por eso, y como quiera que él no va a tirar la toalla voluntariamente, sería conveniente que sus más íntimos colaboradores —Diego Rubio, Bolaños o cualquiera de los óscares— le convenzan de que es necesario salir corriendo inmediatamente de Palacio. De lo contrario, triturará para mucho tiempo, si no para siempre, al Partido Socialista. Y si le queda un pelín de amor propio debería pensar que es la única manera que tiene ya de que las garras de la Justicia no le atrapen. Siembra distancia, Pedrito, y a lo mejor cosechas olvido. O no. Pero si te empecinas en el error de quedarte, tienes todos los boletos de la tómbola para acabar en el banquillo. Ciertamente, no te mereces menos. Por traidor y por corrupto.