Contra el tirano y sus apoyos
Hoy el futuro de Venezuela oscila entre dos fuerzas. Una Venezuela viva, que trabaja por la recuperación de la libertad y los derechos perdidos, por la dignidad de la persona; y una fuerza opresora y tiránica que agoniza pero que todavía es capaz de hacer mucho daño. La fuerza viva está representada en el presidente encargado Juan Guaidó, a quien le acompañan todos los venezolanos en estas horas en las que la luz se abre paso entre la oscuridad del chavismo. Todos aquellos que creemos en el Estado de derecho y en la dignidad de la persona deberíamos estar e enhorabuena, sin embargo, el momento histórico también debe invitarnos a la reflexión. En concreto, en torno a dos cuestiones: ¿Cómo es posible que se haya perpetuado en el tiempo un régimen tan criminal? ¿Cuál ha sido el papel de España en la historia del chavismo liberticida?
La comunidad internacional ha mostrado de nuevo su incapacidad para salvar a un pueblo del comunismo. La única organización que ha sido beligerante con el régimen del tirano Maduro ha sido la Organización de los Estados Americanos (OEA) bajo el liderazgo de su Secretario General, Luis Almagro. El resto de entes no han estado a la altura y han sido contrarios a sus propias cartas fundacionales. El Parlamento Europeo no ha sido contundente hasta que no ha visto que la tiranía se había consumido, y más preocupante es aún el silencio de la Comisión Europea. En casos como este comprobamos, una y otra vez, la impunidad con la que el comunismo arruina naciones desde hace décadas, protegido siempre por esa simpatía que la progresía caviar, desde sus instancias mundialistas, le brinda a todo proceso totalitario de izquierdas. Es repugnante comprobar como muchas instancias y cabeceras internacionales, durante estos años, se han mostrado más agresivas con el presidente Donald Trump que con los gorilas rojos.
Y, por desgracia, España tampoco ha jugado un papel responsable en esta historia. Durante años nos han avergonzado los chavistas de Galapagar y la Complutense, los que puño en alto gritaban aquella consigna de “Chávez vive, la lucha sigue”, Iglesias y Errejones que nos contaban las bondades de aquel régimen donde se hacían tres comidas al día. Espero que cuando caiga el tirano se descubra a qué precio los podemitas se convirtieron en siniestros embajadores de terror de Maduro. Pero no sólo ellos. También el ex presidente Zapatero, un mandatario que ha dado sostén diplomático a la tiranía venezolana. E incluso ahora, cuando el Gobierno de España debiera haber sido vanguardia en Europa, reconociendo antes que nadie a Guaidó, hemos visto al gobierno del PSOE dando oxígeno al chavismo donde debería haber firmeza y dignidad.
La comunidad internacional ha mostrado de nuevo su incapacidad para salvar a un pueblo del comunismo.
Pero si el Gobierno socialista de Pedro Sánchez no ha estado a la altura, los españoles sí hemos estado del lado de los venezolanos, desde el primer día y desde hace muchos años. Y todo ello a pesar de los chavistas subvencionados de Podemos y de la hipocresía de la izquierda. Una izquierda para la cual «Norteamérica es reaccionaria y Latinoamérica es revolucionaria”, tal y como señaló Jean-François Revel con el prólogo que escribió para el libro del venezolano Carlos Rangel, ‘Del buen salvaje al buen revolucionario’. Esa Norteamérica que con gusto la izquierda denomina como “reaccionaria”, al igual que cierto centrismo fascinado con el anterior presidente de EEUU, Barack Obama, y que hoy representa Trump es precisamente la que más ha hecho a favor de las libertades y de la democracia en Venezuela. Nadie lo dice y hay un silencio en torno a los éxitos de la política exterior de Trump, pero su Administración y gabinete han sido decisivos para el proceso que hoy inicia Venezuela con el presidente encargado Juan Guaidó.
No hay ningún tipo de bondad en los regímenes comunistas. Lo único que hay es miseria y terror.
Si la Unión Europea y España hubieran tenido la claridad moral que ha demostrado la Administración Trump en estos años, el tirano Maduro habría caído hace tiempo. No debe extrañar, por tanto, que una mayoría de españoles queramos una nueva política internacional que termine con la impunidad del comunismo, esa gangrena destructora que ha provocado tantos crímenes, y que todavía hoy impera en lugares como Cuba o Corea del Norte. Hay que poner fin a la doble moral que instauró Mayo del 68 y que ha impregnado nuestra vida cultural y política. No hay ningún tipo de bondad en los regímenes comunistas. Lo único que hay es miseria y terror.
El Che Guevara era un asesino, la China de Mao una trituradora de personas y Lenin y Stalin los mayores criminales de la historia. Hoy, como entonces, sus herederos gozan del apoyo de una intelligentsia que embellece la tiranía con falsas verdades y niega a los venezolanos y otros pueblos las libertades que ellos disfrutan. Destapemos su farsa y no tengamos miedo a la verdad. Denunciemos las mentiras, y exijamos a nuestros gobiernos que se pongan del lado de los venezolanos, de sus derechos y libertades, y que se apoyen todas las medidas necesarias para proteger a ese pueblo de los coletazos del tirano, incluida una acción militar, si el presidente Guaidó así lo solicita.