Ciudadanos: el muerto pretende resucitar

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Están animosos. Algo más: están como esos socios de una prelatura muy conocida que cada vez que la vida les atiza un zurriagazo de muerte, se lo agradecen a Dios; así serán más santos. Los resistentes de Ciudadanos son una cosa parecida: contemplan esta semana los pronósticos de todo tipo que avanzan su desaparición, y responden que gozan de un ánimo más potente que nunca, que están soportando las “opas” del Partido Popular sin descomponer la figura, que recuperan por días la ilusión por la marca, y que en ningún caso van a desaparecer. Su ejemplo es el del FDP, el de los liberales alemanes a los que una vez los electores les expulsaron del Bundestag, pero se recompusieron y ahora mismo son imprescindibles en el nuevo Gobierno de Berlín. Quizá los animosos chavales y chavalas de Inés Arrimadas, que ya se encuentra en gestación muy avanzada, no recuerdan que al FDP le sacó del Parlamento Federal no la volubilidad de los votantes, sino sus casos de corrupción. En aquel trance los germanos pensaron: “Puestos a soportar las golferías nos quedamos con las de la CDU, los democristianos, las del SPD, los socialdemócratas, que más vale que se pongan de acuerdo entre ellos”. Y se pusieron y mandaron juntos.

O sea, que el caso no es el mismo. Aquí el personal ha desistido de apoyar a un partido porque, llegado el momento, se asustó de compartir Gobierno con el pillo mayor que vieron los siglos, Pedro Sánchez, y se quedó a las puertas del poder. Sánchez, con una de sus trapisondas más golfas, volcó, gracias a sus medios amigos (a propósito, ¿hay desbandada en El País?) y sembró la especie de que, de su coyunda con los leninistas de Podemos, los únicos culpables fueron Albert Rivera y la pobre Arrimadas que entonces no mandaba en absoluto. Tan grande fue el éxito de la fechoría, que todavía ahora, años después, Ciudadanos aparece como el chulo que, por no dar su brazo a torcer, es el responsable de que en el Ejecutivo moren los infames comunistas de Podemos y Yolanda Díaz a la que Sánchez, a base de propulsarla, le está convirtiendo en una estrella de televisión. Con ella está sucediendo lo mismo que con Pablo Iglesias. ¿Se acuerdan de cómo Rajoy y Santamaría se comportaron como sus mecenas políticos únicamente para jorobar al PSOE? De aquellos polvos sufrimos estos lodos. Pasará lo mismo.
Pero volvamos al caso que diría el enorme escritor que era José María Pemán, el poeta azotado por ese enorme botarate que en Cádiz atiende por El Kichi. Ciudadanos reconoce tibiamente el error mencionado, pero al margen, desempolva otro que creen mucho más inhabilitante.

Fue éste: “Tras las últimas elecciones municipales y autonómicas cometimos estúpidamente el fallo de dejarle todo el poder en las regiones y en los ayuntamientos al Partido Popular que, encima, nunca nos los ha agradecido”. No están en la revancha: “Nuestros gobiernos de coalición en toda España seguirán como están”. Creen que desde el momento referido se transformaron en un exiguo partido absolutamente prescindible. Y en este momento tratan de encontrar el resuello, hallarlo donde pueda ser. Lo más optimista que transmiten es que tienen tiempo porque el falsario Sánchez no tiene la menor intención de avanzar las elecciones generales. Pretenden vender su mercancía liberal transmitiendo que el único partido que piensa en los españoles es el suyo, Ciudadanos. “Para Casado lo primero es el partido y para Sánchez lo primero es él mismo”, vienen a denunciar al tiempo que abundan en esta otra idea realmente aventurada: “España nos necesita”. Muy optimistas son.

Pese a esta declaración realmente desaforada, de pronto ponen sordina a sus exordios rosas y admiten que “lo tenemos difícil”, no ya por la existencia del PP que desde luego, sino porque el PSOE de Sánchez ha conseguido -afirman ellos- granjearse la simpatía de Europa en base en que ha convencido a sus prebostes de que mientras ellos estén en el poder no hay ninguna posibilidad de que los llamados fascistas de Vox acaricien el poder, que ellos son el muro en el que se estrella la ultraderecha. Además, han prometido que ellos, Sánchez, nunca aceptarán un referéndum de la disolución de España. Es decir, que por una parte, aseguran que los talibanes de Sánchez del desaparecido Abascal no pisarán moqueta, cosa que al parecer tranquiliza en Bruselas, y por otra, garantizan de que la unidad de un estado miembro, de España, con ellos en Moncloa no corre peligro alguno.

Por eso no habrá elecciones anticipadas, por eso hay que esperar dos años el tiempo que Ciudadanos confiesa necesitar para salir del pozo negro en que se encuentra. Más cercanos en el tiempo están los comicios andaluces que, como muy tarde, tienen fecha del venidero octubre. Ciudadanos aspira a conservar el tipo porque claramente “precisamos otra legislatura de Gobierno en coalición”. Es una reedición del concilio que ahora mantienen Juanma Moreno y Juan Marín, pero, la verdad, no hay mucha seguridad de que Moreno quiera depararles esta prórroga. Los proyectos de Ciudadanos parecen modestos, no prevén resultados espectaculares porque lo suyo es que los españoles se convenzan de que Ciudadanos, aún siendo un partido pequeño, es un partido útil. Realmente sería un milagro que se cumplieran sus objetivos. No es probable que los electores varíen el tiro porque cambien de opinión y crean que el muerto que retratan las encuestas goza de buena salud. Nada de eso. Lo último que este cronista les ha escuchado es una fervorosa definición: “Somos un partido gourmet”. El cadáver pretende resucitar. Veremos.

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