La Cataluña separatista sí que es paro y muerte

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Estoy harto de las monsergas de los radicales que gobiernan Cataluña, pero no solo por su fanatismo ideológico, sino también por su incapacidad como gestores públicos. Ya está bien que Quim Torra, Miquel Buch, Meritxell Budó, entre otros, nos vendan, directa o indirectamente, el bulo que asegura que en una hipotética República Catalana hubiera habido menos muertos por coronavirus, porque habrían tomado antes medidas más eficaces, y habrían evitado la extensión de la pandemia. Su obsesión con culpar al resto de españoles tuvo su momento álgido en el indignante tuit ‘De Madrid al cielo’ de la prófuga Clara Ponsatí. Pero este fue solo un eslabón en la cadena.

La última barbaridad la ha difundido en redes sociales Joan Canadell, el separatista radical que preside la Cámara de Comercio de Barcelona, que ha dicho que una “Cataluña independiente hubiera salvado miles de vidas” porque “España es paro y muerte, Cataluña vida y futuro”. Lo hizo defendiendo que Quim Torra había exigido “un cierre dos semanas antes”, lo que hubiera evitado buena parte de los contagios. Lo que Canadell no cuenta es que el 14 de febrero el inhabilitado presidente de la Generalitat aseguró que el Mobile World Congress no se había cancelado por la epidemia del COVID-19 sino por «lo que conocemos como ‘infodemia’ o epidemia del miedo».

Además, estamos hablando de los mismos que en plena explosión de la pandemia juntaron el 29 de febrero a ciento cincuenta mil independentistas y se los llevaron bien juntitos de excursión a la localidad francesa de Perpiñán, para asistir al mitin multitudinario que dio Carles Puigdemont. Si eso no fue un festival para el virus, poco le faltó. ¿O es que el COVID-19 es ‘separatista friendly’ y decidió no propagarse en los centenares de autocares, bien repletos, que fueron hacia allá? ¿O es que la presencia de Quim Torra o Clara Ponsatí imponía al virus tal respeto que decidió no acercarse por el lugar en el que se celebró el acto político del prófugo ex `president’?

Estos genios de la planificación que gobiernan la Generalitat son los que han vendido desde el inicio de la epidemia que “España nos mata”, para intentar conseguir réditos políticos de una gran tragedia humana y, de paso, eludir responsabilidades. Si convencen a los catalanes que la Generalitat no tiene nada que ver con las consecuencias de la epidemia, seguirán manteniendo su maquinaria de poder intacta. Pero muchos no olvidaremos lo que han hecho. Personal sanitario han denunciado los criterios de triaje del Govern para las UCI, que excluían a los mayores de 75 años, lo que les condenaba a una muerte segura. Señor Canadell, ¿eso no es “muerte”? Porque si el gobierno autonómico se hubiera gastado más millones en respiradores y en ampliar las UCIs en vez de en TV3 o en ‘embajadas’, la sanidad catalana no hubiera tenido que aplicar unos criterios de selección tan inhumanos.

Estos genios de la planificación que gobiernan la Generalitat son los que, este lunes y parte del martes, colapsaron el sistema informático de las farmacias y consiguieron que el reparto de mascarillas entre la población fuera un caos. El de mascarillas, y el de medicamentos, porque cuando se ponen, lo hacen a fondo. Y no solo eso, los mismos que riegan con millones a los medios de comunicación secesionistas son los que ordenaron a las farmacias que adelantaran el importe de las mascarillas que iban a repartir gratuitamente, una por cartilla sanitaria. A eso se le llama ser generoso con el dinero de los demás. En esta materia el Govern saca una matrícula de honor.

Con unos radicales al frente de un gobierno, más preocupados en la agitación política que en trabajar por el bienestar de los ciudadanos, solo cabe una conclusión: en una hipotética República Catalana habría habido más muertos, porque han demostrado durante la actual crisis sanitaria su incapacidad. Y también más paro, porque el despilfarro secesionista del dinero público para promover su visión ‘patriótica’ de Cataluña no se acabará si algún día consiguen la “independencia”. Los regímenes totalitarios han de mantener siempre su maquinaria de propaganda y agitación bien engrasada. Y eso cuesta mucho dinero.

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