Campomar superstar

Campomar superstar
Campomar superstar

Ironizaba Javier Mato hace unas semanas acerca del rigor de nuestros parlamentarios a cuenta del coste de la insularidad. En un debate monográfico sobre el tema celebrado recientemente en el Parlamento balear, decía Mato que Més per Mallorca «llegó a decir que para este plus le iba bien entre cien y cuatrocientos millones». Una horquilla harto flexible, como ven. Lejos de su proverbial rigidez, el conformismo de nuestros separatistas es ahora elástico como el chicle. Y su rigor, por lo visto, también. Es lo que tiene utilizar conceptos como balanzas fiscales, costes de insularidad, deudas históricas o qué es justo en términos de financiación autonómica. Que no sabes exactamente de lo que hablas. En vez de definirla primero y cuantificarla después, la cosa suele ir al revés: se cuantifica primero lo que Madrid nos debe –el pronombre nos sirve para hacernos a todos partícipes del agravio– y luego se justifica de cualquier forma.

A lo que iba, no sé si saben quién es Joana Aina Campomar. Campomar es diputada de Més per Mallorca y al parecer su portavoz en materia económica. Escuchar periódicamente a la portavoz de Més en materia económica es un buen ejercicio para ponerse al día y comprobar cómo han evolucionado las ideas económicas de los que ahora se hacen llamar ecosoberanistas. La semana pasada (13-10-2021), a raíz del debate en el que se aprobó otro nuevo récord del techo de gasto presupuestario (5.176 millones de euros, 450 millones más que en 2021), Campomar volvió a dar muestras de este rigor del que ironizaba Javier Mato. Sin venir a cuento, la diputada propuso no devolver los 213 millones de euros que el Estado nos dio de más hace dos años (las llamadas bestretes) y que este año tenemos que devolver, claro.

Como explicaba el otro día, el mecanismo del sistema de financiación autonómica funciona del siguiente modo: el Estado, en base a una estimación de la recaudación, anticipa unos dineros a la comunidad que luego liquida dos años después. Si nos da de más, hay que devolver. Y si nos ha dado de menos, hay que pedírselos dos años después. Para no devolver estos 213 millones a Madrid que por ley hay que devolver (igual que por ley Madrid ha terminado devolviéndonos los 70 millones que nos debía por compensación del IVA), y justificar lo injustificable, este dechado en lealtad institucional que es Campomar apeló a una supuesta «deuda histórica» del Estado con Baleares.

¿Deuda histórica? Hacía años que no oía este palabro politiqués. Sí recuerdo vagamente que Jaume Matas se atrevió a meter esta deuda con calzador en los ingresos de unos presupuestos para hacer lo mismo que ha hecho ahora la consejera Rosario Sánchez con varias partidas que sabe a ciencia cierta que no va a cobrar: hinchar los ingresos para gastar más. Confieso que hasta que escuché a la audaz diputada ecosoberanista no conocía ningún organismo oficial que se hubiera atrevido a definir en qué consiste este concepto llamado deuda histórica. En principio, esta deuda cuantificaría lo que el Estado debe a Baleares tras haber pasado cuentas a lo largo de la historia. Campomar me puso al día y se lo agradezco: al parecer la Sindicatura de Cuentas sí se ha atrevido a cifrar esta deuda histórica del Estado con Baleares: 1.500 millones de euros. Puro voluntarismo como aquellos inenarrables 2.800 millones en inversiones estatutarias que plasmó Matas en la reforma del Estatuto de 2007, de los que, a la hora de la verdad, apenas se ejecutaron unos cuantos. En fin, mucho ruido y poco rigor, muy poco rigor, a la hora de quejarse a Madrid.

En cuanto a mi interés por la evolución ideológica de Més per Mallorca, decir que la acrítica asunción del apocalipsis climático ha reforzado más si cabe el mito de la destrucción de aquella arcadia feliz que fue la Mallorca preturística. Su crítica al monocultivo turístico sigue siendo furibunda. Responsabilizan al turismo del crecimiento demográfico desbocado en las Islas, un 40% en 20 años, un crecimiento que desean detener pero no saben cómo. Bien, sí lo saben: prohibiendo la venta de casas a los no residentes, igual que en los noventa el PSM quería prohibir vender tierras a los alemanes. Mallorca per als mallorquins, podría ser su lema. O  Volem comandar a ca nostra, ya saben.

Como recambio al desastroso monocultivo que, a sus ojos, nos ha terminado embruteciendo, empobreciendo y mezclando con foráneos y que va a terminar consumiendo todos nuestros recursos, haciendo inasequible la compra y el alquiler de vivienda para nuestros jóvenes y destrozando nuestro patrimonio lingüístico, cultural, territorial y paisajístico, Campomar invoca a la «diversificación» de nuestra economía, otro clásico politiqués. Di-ver-si-fi-ca-ción. Y lo dice alguien de un partido en cuyo seno se hace difícil encontrar a alguien que haya creado un solo puesto de trabajo en su vida -y si lo encuentran, lo miran con recelo- y cuya principal contribución histórica ha sido educar a los alumnos de Baleares en la cultura de la queja y en el victimismo incapacitante, el veneno perfecto para ahogar cualquier brote del espíritu emprendedor que hace prosperar las naciones.

Un último apunte. Campomar nos informó de que la verde, próspera y moderna Suiza ha dejado de invertir en sus pistas de esquí. Lógico, teniendo en cuenta que «la nieve tiene los días contados» (sic) debido al apocalipsis climático que se avecina. Algo parecido pronostican los calentólogos para nuestras playas y, en cambio, aquí seguimos limpiándolas y cuidando de la dichosa posidonia con el dinero de todos. Y es que, tiene razón Campomar, no, no aprendemos de los suizos. Definitivamente.

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