A la calle, que ya es hora

A la calle, que ya es hora

La demolición del sistema del 78 se inició antes incluso de que en España se pudiera consolidar la democracia que alumbró la Transición y se concretó tras la aprobación de la Constitución. Los enemigos de la democracia no estaban en las filas de los adictos del Régimen a los que sentenció la Ley de la Reforma Política, primer paso transitar desde una dictadura a una democracia plena.

Las trabas para impedir el nacimiento de la democracia y los esfuerzos para demolerla siempre estuvieron promovidos por los nacionalistas vascos y catalanes, tanto de los que hacían caja aplicando el tres por ciento bajo la amenaza de que llegaran al poder los directamente sediciosos como de los que recogían las nueces del árbol que movían los que eran directamente terroristas, esa gentuza que asesinó contra la democracia a centenares de españoles decentes, todos ellos víctimas inocentes, estorbos para construir el modelo totalitario que sediciosos y terroristas defienden para España.

El liderazgo anti sistema cambió de manos cuando Zapatero y Sánchez  llegaron al PSOE y al Gobierno de España, momento en el que, sin prisa pero sin pausa, el PSOE se convirtió en un partido populista más, sin ningún tipo de ideología, movido exclusivamente por sus ansias de poder. La transformación del viejo partido socialdemócrata y sus efectos en el deterioro de la convivencia entre españoles y el resurgimiento de las dos viejas Españas se ha venido produciendo de forma lenta y continuada, de tal forma que los españoles apenas si tomábamos conciencia de lo que estaba ocurriendo. Así es como hemos llegado hasta aquí, una situación en la que yo diría que la sociedad española es presa del denominado síndrome de la rana hervida, una analogía que se usa para describir lo que ocurre cuando no se perciben los daños que puede producir  una situación peligrosa si esta  se desarrolla lentamente.

Veamos cómo va la cosa: si echamos una rana en un recipiente con agua hirviendo, la rana saltará inmediatamente. Pero si la introducimos en una olla con agua a temperatura ambiente y encendemos el fuego, la rana se quedará quieta y su cuerpo se irá adaptando a la temperatura del agua que se va caldeando. Cuando el agua llegue al punto de ebullición la rana tratará de saltar, pero ya no podrá hacerlo porque ha agotado toda su fuerza y se ha quedado sin defensas;  y terminará cocida… en su propia salsa. Si a esa rana se le hiciera la autopsia determinarían que ha muerto porque su cuerpo no pudo soportar el agua hirviendo; pero eso será una verdad a medias, porque la rana no murió a causa de la temperatura que alcanzó finalmente el agua sino porque esperó demasiado tiempo antes de decidirse a saltar fuera del agua y ponerse a salvo. O sea, la rana se acopló al ambiente sin darse cuenta de que se estaba cociendo.

Creo que la analogía sirve para entender cómo es posible que en España no estemos millones de españoles en las calles defendiendo las instituciones frente a un Gobierno que ha ido saltándose todos los limites democráticos desde que Sánchez asaltó la Moncloa con una moción de base fraudulenta, puso a la fiscalía a su servicio, cerró inconstitucionalmente el Parlamento, nos encerró inconstitucionalmente en casa, falsificó informes de expertos inexistentes para tomar durante la pandemia decisiones que han costado decenas de miles de vidas y han enriquecido a sus amigos, indultó a los golpistas, hizo una ley en Cataluña para que no se aplicara la sentencia que protege los derechos lingüísticos de los niños… y ahora pretende eliminar los delitos por los que han sido condenados los golpistas y ladrones. Aquí no se mueve apenas nadie porque estamos cociéndonos en la salsa que nos sirve el Gobierno y el PSOE  y todas sus terminales mediáticas que operan  al servicio de la causa.

Yo creo que estamos llegando a esa situación límite en la que las ranas no sólo tienen que saltar en legitima defensa  sino que deben hacerlo para salvar la comunidad a la que pertenecen. Y es que, volviendo a tierra, defender la democracia y a las instituciones que la representan no es sólo cosa de políticos, es algo que nos compete a todos. Así que les propongo que, más allá de lo que hagan o dejen de hacer los políticos, preguntémonos sobre lo que podría pasar si las ranas que saltaron a tiempo y andan por ahí desperdigadas decidieran enfrentarse al cocinero que vive en la Moncloa y a todos sus fogoneros. Qué pasaría si todos los españoles juntos, sin interrogarnos sobre el origen de cada cual, nos pusiéramos a  limpiar y refrescar la charca en la que el PSOE está convirtiendo España. ¿Mira que si lo hacemos y comprobamos que hay muchas ranas dispuestas a nadar contra corriente? ¿Mira que si descubrimos que somos mayoría los españoles que estamos hasta el gorro del país en blanco y negro que nos quieren servir estos políticos chusqueros que se han apropiado de las instituciones? ¿Mira que si descubrimos que, más allá de lodazal en el que los socialistas quieren convertir a España, hay agua limpia en el que todos los españoles podemos seguir progresando en armonía?

Pues eso, a la calle, que ya es hora.

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