‘El Begoñazo’, los ‘perros guardianes’ y el conflicto civil

Begoña Gómez
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Son tan truhanes estos sujetos que aún nos gobiernan que cada vez que perpetran una fechoría (ya prácticamente una a la semana) se ponen solemnes, con tonillo, como si fueran locutores de la única televisión tardofranquista, y se refugian en las exigencias o en las recomendaciones genéricamente «de Europa» para justificar sus atentados a la democracia.

La última vez que ha ocurrido tal patraña ha estado protagonizada por el finísmo jurista Pachi López (ahora se ha puesto la x para parecer «más de allí») que, con unas argumentaciones idénticas a las que suele esgrimir Vinicius hablando de los árbitros, ha tratado de vender su infame producto, esta Ley de abordaje crucial de la Justicia concebida sólo para proteger de las embestidas judiciales a la señora, al hermano trompetista de Pedro Sánchez y al prestidigitador García Ortiz, fiscal general del Estado.

«¡Qué golfos!», me dice un magistrado que añade con precisión: «El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha mencionado con gran frecuencia la tarea de la prensa como transmisora de información al público, la respeta y la promueve». «Tanto -me resalta este profesional de la Judicatura ahora en un puesto clave- que el Tribunal, de ocasión en ocasión, se pone castizo y os llama a los periodistas perros guardianes de la democracia».

También me aporta este magistrado cuatro ocasiones, que él recuerde, en las que el Tribunal ha defendido las aportaciones (las que el granuja de La Moncloa denomina «recortes») de la prensa a la revelación de la pornográfica corrupción. Por no alargar la mención: estas indicaciones de Estrasburgo corresponden a los años 1985, 1986, 1992 y 2009 y de ellas se hizo eco en su momento el Financial Times, un diario que no se distingue por sobar el lomo a Sánchez, como hace alguna que otra revista que se ha convertido en pregonera de los éxitos que jalonan la vida diaria del abyecto Sánchez. Su dinero le costará a éste, digo yo.

Para culminar este ataque a la Justicia, los leninistas del Gobierno han evitado, mediante la Proposición de Ley correspondiente, el informe consultivo, por ejemplo del Consejo de Estado. Se han tirado a la piscina porque el agua la ponen ellos. Como además de innobles son un pelín analfabetos y no tienen memoria de los actos que han protagonizado ellos mismos, no recuerdan que la inserción del Artículo 125 de la Constitución que precisamente proclama textualmente que «los ciudadanos podrán ejercer la acción popular» fue una insistencia reiterada del ponente socialista Gregorio Peces Barba que, incluso, amenazó con marcharse con la música a otra parte. Otro ponente, el muy intelectual (letrado de Cortes y diplomático) José Pedro Pérez Llorca contaba que, harto ya de soportar las intimidaciones del erasmista Peces, le espetó: «A ver si en el futuro te vas a arrepentir de tanta lata como nos estás dando».

Y éste es el caso. Sánchez ha vomitado esta bochornosa reforma para impedir que su señora, la demandadera Begoña, su hermano, el de no sabe dónde trabaja, y el fiscal García Ortiz, ya imputado por el juez de la Sala II del Tribunal Supremo, se sienten en el juicio correspondiente en un banquillo y hasta puede que sean condenados. O sea, muerto el perro, y no miro a nadie, se acabó la rabia.

Otros juristas, aparte del mencionado, se mesan los cabellos analizando lo que esta ocurriendo y coinciden literalmente en que «la mujer de Sánchez, Begoña Gómez, se ha convertido en garante del Derecho desde el punto y hora en que su caso ha propiciado nada menos que una reforma judicial explícita». Es decir que, a partir de ahora, el dislate totalitario de Sánchez pasará a la historia como la Reforma Begoña Gómez o más coloquialmente como el Begoñazo, apodo que ya manejamos los odiosos periodistas que contamos todos estos sucedidos.

Lo único esperanzador de este bodrio es que, por más energía que le echen al caso sus promotores, no podrá aplicarse antes de seis meses, o sea que, más o menos, ad calendas graecas y ya veremos que nos pasa de aquí hasta el mes de julio. Con lo que empieza a especularse es algo con lo que ya episódicamente hemos transcrito líneas arriba, a saber, que los jueces implicados en los diversos procesos que afectan a Sánchez y a sus protegidos van a correr ahora un ápice más para impedir que El Begoñazo les meta mano y les corte la respiración jurídica.

Aporto otra información: de fuentes jurídicas muy solventes con las que departe mi admirado notario de cabecera, ya se maneja la siguiente especie enjundiosa y literal: «Aprobada la Ley en las Cortes, será recurrida ante el Constitucional en los aspectos relacionados, claro, con la acción popular y su ejercicio; el compañero Pumpido se marcará el tanto de parecer demócrata e independiente y declarará inconforme a la Ley una parte pequeña del texto, cosa que a Sánchez no le molestará nada porque, en ese momento, el trio Begoña-David Sánchez-García Ortiz quedará absuelto de todo cargo porque no hay recurso previo para paralizar la aplicación de la nueva Ley y, por tanto, su inconstitucionalidad no tendrá efectos retroactivos».

Estos juristas que recoge nuestro pertinaz informante difieren en que los magistrados afectados por estos casos puedan darse mucha prisa en firmar sus sentencias, como advierten otros, y lo dicen así. «Es tal la cantidad de pruebas que arbitran estos magistrados que la velocidad pueda inducirles a cometer algún error». Esto es, precisamente, lo que está esperando la cuadrilla de Sánchez con el desaliñado Bolaños a la cabeza. O ni siquiera eso.

Ya se han lanzado a la confrontación directa con los protagonistas de la Justicia. Van directamente a liquidar al Poder Judicial, el único capaz de demoler el Estado autocrático de Sánchez y sus arrabaleros de Moncloa. Es una situación homóloga a la de 1934 con tres diferencias claras: la principal, ahora no hay muertos; la segunda, ahora podemos contar con el paraguas de Europa; la tercera, importante, ahora la sociedad española, más de la mitad de ella, no ha llegado al hartazgo. Está al borde mismo que conduce directamente a lo que Sánchez propone y alienta: el conflicto. Fuera de estas sustanciales diferencias, el escenario es el mismo.

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