Begoña, apropiadora indebida (presunta)
Andaba bailando en la India la «señora presidenta de España» (así la presentaron allí) cuando el juez Peinado, una vez valorada la información facilitada por la Universidad Complutense y los investigadores judiciales, firmaba otro auto con el que ampliar la imputación a doña Begoña Gómez, en este caso por haberse quedado (presuntamente) con lo que no era suyo y pertenecía a la maltrecha Universidad Complutense de Madrid cuyo rector no pega ojo el pobre.
¿Cómo hubiera operado este asunto de la señora esposa del presidente del Gobierno de haberse producido en Alemania, Francia, Portugal, Países Bajos, Italia, etc.? Conjugando una palabra sencilla y entendible por todos: dimisión. No de la señora Gómez, que sólo puede dimitir de mujer de Sánchez, sino del propio Pedro. Lejos de ello, se exhiben urbi et orbi cual actores de Hollywood, se conducen como una gran pareja inmarcesible sin que se les trastabille una mota…¡En fin!
Comprendo la perplejidad de mis colegas de la Unión Europea que ofician sus crónicas desde España a la hora de analizar lo que sucede en este país. No les cabe en la cabeza que, lejos de huir del escenario, la respuesta sea atacar a los jueces que tienen el coraje de enfrentarse al leviatán y son lapidados desde otro poder del Estado.
En el matrimonio no se puede apreciar una brizna siquiera de comportamiento ético, ni siquiera de pudor democrático, pero el lector convendrá con el columnista que tienen una resistencia humana a prueba de bomba. ¿Les compensa seguir atrincherados entre las paredes del palacete que un día fue de Ana de Mendoza (condesa de Cifuentes) en lugar de abandonar el oropel y esconderse en algún recóndito lugar de las Españas? Pareciera que sí.
¿Hay otros asuntos que les preocupan aún más que se conozcan que lo desvelado hasta la fecha?