Las autonomías estallarán en el futuro

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Entre las noticias de los últimos días, ha tenido lógicamente una gran repercusión la conferencia de presidentes celebrada el treinta de Julio en Salamanca. Más allá de lo que se acordó, que fue poco porque aquello era más estético que otra cosa, merece la pena ver la situación del Estado autonómico, sobre el cual se podrían comentar varias cosas:

Por un lado, vista la actitud privilegiada de la comunidad autónoma vasca (acudiendo previo pago) y de Cataluña (no acudiendo, porque ellos tienen mesa bilateral como si fueran un Estado diferenciado, lo cual se escenificó el lunes mismo con el acuerdo sobre el aeropuerto del Prat), cabe decir que el Estado autonómico ha sido un fracaso monumental. En efecto, cuando se redactó la Constitución el autonomismo era un vector político fundamental, y por ello quedó plasmado en el texto. Ese autonomismo no pretendía organizar el Estado español en organismos regionales, sino dar cauce a las ansias de autonomía de lo que podríamos llamar “naciones subestatales” y que la Constitución llamó nacionalidades. Sin embargo, una vez creadas las tres autonomías históricas, a partir de 1982 algunas lumbreras como el profesor García de Enterría o el PSOE de entonces se empeñaron en dar autonomía a todo el territorio (algo innecesario constitucional y políticamente). Con ello las nacionalidades que aspiraban a tener un hecho diferencial se quedaron sin él. Y así, aunque se creó el monstruo autonómico, el “problema territorial” no ha hecho más que crecer, cuando se suponía que las autonomías lo iban a menguar. El “café para todos” pasará a la historia como uno de los grandes errores de la UCD, documentando incluso por alguno de sus ex ministros (véase la parte relativa a la política territorial en las memorias de Otero Novas).

Por otro, aunque las autonomías no han logrado solucionar el problema territorial, si han abierto una ventana de libertad: las autonomías han propiciado una capacidad de elegir de los ciudadanos entre los territorios que está produciendo unos efectos demoledores para las regiones más intervencionistas. El éxito del Madrid de la libertad de Ayuso y las quejas de hace unos días del Presidente del Reino de Valencia Puig son dos ejemplos de hacia dónde evoluciona el tema. La necesidad de que el gobierno central dope a Cataluña en mesa separada es otra muestra de que las regiones más liberales están ganando a las socialistas y nacionalistas.

Hace unos días, un interesante artículo de Cristian Campos (El Español, 24 de julio) apuntaba a Andalucía como la región del futuro, pues su gobierno liberal está logrando aproximarla económicamente a Cataluña, y la ciudad de Málaga reúne condiciones para disputarle el futuro a la mismísima Barcelona como capital mediterránea de las Españas. Si llegase a consumarse este ascenso imparable andaluz, ello podría generar una crisis sin precedentes en el Estado autonómico. La demanda socialista/independentista de armonización fiscal se extenderá a otros temas. Cuando el socialismo ya no pueda competir con las regiones liberales, pedirá una recentralización. Dicho de otra forma: cuando el autonomismo deje de beneficiar a quienes lo inventaron, estallará.

Y es que la riqueza en España es la que es, y una forma de solucionar la escasez ha venido siendo procurar desplazar riqueza de un territorio a otro, sin proyecto común de ningún tipo. A eso responde el proceso de la España vacía. A eso respondió la política del siglo XIX, cuando Cataluña se hizo rica en perjuicio de Galicia y Andalucía. Pero todo es susceptible de cambiar. Y cuando el cambio perjudique a los socialistas y nacionalistas, el Estado autonómico estallará.

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