Armengol y el caos de la sanidad balear
Un hospital no puede ingresar pacientes por falta de médico internista, otro centro estuvo tres días sin duchar a enfermos terminales por falta de agua caliente. Mientras, los médicos de Baleares acusan a Armengol de priorizar la política y el catalán a la salud de las personas y la respuesta de la presidenta es eliminar el transporte público nocturno al Joan March «porque no es rentable». No, no se trata de ninguna distopía orwelliana. Es el Govern Balear del Pacte de Progrés de Francina Armengol.
El caos en el que está inmersa la Sanidad Balear, con una de las listas de espera más abultadas de España, convierte a la Comunidad Autónoma en una de las que menos respetan necesidades que deberían ser prioritarias. Tal y como no tuvo más remedio que decir Miguel Lázaro, presidente del Sindicato Médico, «la política ha prevalecido a la sanidad y no ha mirado el interés general, sino el partidista».
No hace falta ser demasiado inteligente para deducir que si esta misma situación se reprodujera en Madrid, con Ayuso al frente, arderían las calles y los Sindicatos saldrían con un cuchillo entre los dientes reclamando dimisiones inmediatas, Y además lo harían con toda la razón del mundo. ¿A alguien se le ocurre cómo tratarían a un gobierno que antepone una lengua a la salud de las personas? Aquí, sin embargo, se guarda el mayor de los silencios porque no sólo los sindicalistas, sino también la mayoría de medios de comunicación, están convenientemente subvencionados. Con dinero público, por supuesto.
La calle, sin embargo, ya no se traga las mentiras de Armengol porque sufre en primera persona las carencias sanitarias de Baleares. Sabe lo que le cuesta pedir hora en un especialista o las dificultades con las que se encuentra para ser atendido en condiciones. Es una bomba de relojería que le estallará en la cara el próximo mes de mayo a la presidenta, que ha puesto en peligro la estructura sanitaria con el único propósito de contentar a sus socios independentistas de Més y asegurarse así seguir en la poltrona hasta el final de su mandato. Por suerte le queda muy poco ya. Menos de 100 días.