Se acabó lo ‘woke’ se daba

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Las declaraciones de Zuckerberg han dejado tocada y hundida a la progresía woke mundial. El reconocimiento por parte del jefe de META de haber autorizado e impuesto durante estos años la censura en redes sociales contra todo aquello que no gustaba al discurso oficial de esa misma progresía, confirma aquellas palabras de Milei sobre el tablero inclinado en el que se ha jugado hasta ahora. Cuando las condiciones se equilibran y las normas rigen igual para todos, la izquierda grita, porque en realidad, concibe la democracia como conducto de excusa, no de convicción. Ahora que la libertad se abre camino de verdad en las redes, los censores del zurderío se encuentran desorientados, porque no anidan en ese ecosistema donde la etiqueta se desmonta fácil y el bulo y el revisionismo histórico que tanto practican, ya no campeonan como antaño. Su respuesta es predicar censura para luchar contra la libertad, a la que tildan, precisamente, de inquisidora. Así funciona su cerebro, pero el mapa ya no está inclinado y su espacio de impunidad ha terminado.

Lo del fundador de Facebook viene acompañado de otras decisiones empresariales y políticas en todo el mundo como confirmación de que estamos asistiendo al principio del fin de esta era totalitaria que en Estados Unidos nació hace más de una década, con objeto de implantar en el mundo una alteración consciente de los valores que definieron a Occidente, sus raíces culturales y su modelo civilizatorio.

Y junto a esa filosofía, dañina para las libertades individuales y para la propia democracia liberal como cauce donde se desarrollan aquéllas, vamos a presenciar el cambio de paradigma respecto a los medios de comunicación tradicionales, que siguen financiados por un establishment totalitario, los cuales dejarán de ocupar esa posición de privilegio respecto a la información que tenían hasta ahora para ser sustituidos por plataformas nuevas en las que se siente más protegida y mejor informada toda una nueva generación de ciudadanos. Ahora, las historias se configuran en torno a apetencias, y no a caprichos, y las reglas determinarán los gustos frente a los prejuicios. Una nueva actitud frente a lo tradicional empieza, precisamente, por la defensa de esos valores tradicionales que definieron el progreso.

El moldeo de la opinión pública siempre fue el cometido mayor de la izquierda a lo largo de la historia. Su objetivo no era mejorar las condiciones de quienes decían representar, sino controlar su voluntad a través de su conciencia, y por ende, de su bolsillo, provocando a la clase menos pudiente una dependencia del Estado que sólo desde una democracia orgánica o popular podría controlarse. La dictadura del proletariado, aspiración marxista-leninista histórica, deriva hoy en una dictadura del subvencionado, ciudadanos a quienes les han fabricado su consentimiento, en palabras de Lippman, para que acepten el mundo que otros les han contado, en especial, si esos otros cantan la Internacional, alzan el puño y viven en mansiones con ropa de Armani.

Chesterton escribió en uno de sus divertidos e hilarantes artículos: «Defenderé a muerte el clima de Inglaterra, aunque el clima de Inglaterra será probablemente la causa de mi muerte». Una reflexión que aplica al votante socialista en España, que defiende a muerte al PSOE, aunque la defensa del PSOE suponga su muerte, esto es, su esclavitud perpetua, su miseria patrocinada y su incapacidad permanente para discernir falsa felicidad de libertad.

Si la humanidad ha resistido a esta década de control inquisidor y reglas impuestas por parte de esa perversa alianza entre globalismo e izquierda, estamos en disposición de disfrutar de un nuevo periodo, donde el retorno a lo que fue Europa y Occidente dependerá de la defensa que hagamos de este nuevo ecosistema antiwoke, cuyo predominio y liderazgo entre las masas adocenadas ha terminado por ser, como toda idea totalizadora en la historia, cuestión de tiempo.

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