El PSOE, incompatible con la democracia
El PSOE es, con diferencia, el partido del arco parlamentario más atemorizante porque, a pesar del hormigón reaccionario, revisionista y nacionalista que levanta su estructura y su doctrina ideológica, ha logrado que la oposición de la teórica derecha española le defienda por complejo y le valide como constitucionalista. Desde su constitución como partido, el PSOE ha cometido las peores fechorías contra España con un salvoconducto democrático que sólo era homologable en el resto de socialdemocracias europeas en cierta etapa del felipismo. Su sectarismo y senilidad intelectual desde los primeros albores de los 80 son tan plurinacionales como la desquebrajada idea de la nación española de su “consejo de sabios”: habla del bien común mientras considera a los niños clientes potenciales de su franquicia en las comunidades autónomas elevadas por los socialistas al rango de nueva comunidad lingüística por el mero hecho de tener más de una lengua oficial. Armengol en Baleares, Iceta en Cataluña y Puig en la Comunidad Valenciana, dan pico y pala a los niños para la construcción de su nueva nación segregacionista, retrasada y clientelar.
Aunque es de justicia reconocer que los socialistas han sido capaces de protagonizar un transgresor proceso de cambio para adaptarse a los nuevos actores de la izquierda consular de Maduro, Morales y la cosita de los “paisus quetelans”. El PSOE ha pasado de ser el partido que más tiempo ha gobernado en la democracia española a ser el borriquito de las alforjas de las CUP, Podemos, ERC, Compromís y el resto de partidos-esfinter del Condado de Barcelona. Todos ellos articulan un barato discurso sobre la justicia social antagónica a la única que existe, la que propugna que el crecimiento económico se traslade a la sociedad y permita la igualdad de oportunidades. La particular justicia social de estos tiene mentalidad robesperriana. Es la del nuevo rico que roba las gambas en las bodas para llevárselas en un tupper con los caninos apretados y rechinantes y alentando el odio de clases con el fin de prosperar.
Todo estudio sobre justicia social que no provenga de los glúteos de Diosdado Cabello, de una checa de Moravia, desde la solidez intelectual de Adriana Lastra, desde el “o sea, tía, ya” de la próxima portavoz de Iglesias, o desde el “unga, unga” de Gabriel, Espinar o Rufián analiza la salud, la cohesión social y la no discriminación. El acceso al mercado laboral, la prevención de la pobreza, la justicia intergeneracional y la educación en equidad. Pues bien, no hay un solo partido en la izquierda española que no atente violentamente contra todo ello. Sendas medidas cautelares desde el TSJCV contra el gobierno del PSOE en la Comunidad Valenciana por “evidencia de discriminación hacia los castellano-hablantes produciéndose una grave perturbación contra el interés general”.
Torrentes de dinero público desviados de asuntos sociales y dependencia en Cataluña y la Comunidad Valenciana destinados a financiar el independentismo a través de viejos entes de ingeniería social y nuevos órganos de propaganda como la nueva TV3 en Valencia. ¿Acceso al mercado laboral? Díganselo a los gobiernos socialistas que monopolizan todos los casos de privación del derecho a optar a una plaza pública a aquellas personas que no dominen el catalán en las comunidades gobernadas por el PSOE. ¿Salud? El 80% del presupuesto de las Comunidades Autónomas está destinado a la Sanidad y la Educación. La meta no es sanar ni educar, sino acabar con los conciertos privados y la educación concertada para la colocación de adláteres y escuderos del independentismo. En la Comunidad Valenciana la Consejera de Sanidad socialista rechaza la entrada de 2 de cada 3 enfermos de cáncer al IVO, uno de los hospitales oncológicos más prestigiosos del mundo por ideología. Repítanse muchas veces eso de “PSOE, partido constitucionalista”. Igual que Podemos, igual que las CUP, igual que ERC. Igual de peligroso, racista, anticonstitucional e incompatible con la democracia.